“Libérate y sal de ti mismo. ¡Fuera es primavera!. Sala la luz como una
flor. Sal a la naturaleza, a la vida, a las personas”
Phil Bosmans
Decía M. de Montaigne que es malo
vivir encerrado en sí mismo y no ver más allá de las propias narices.
Hay que
ser como Sócrates, a quien preguntaron por su patria y no respondió: “Soy
de Atenas”, sino: “Soy del Mundo”. Sí, ese mundo nuestro que, pasados los años,
olvidará a quienes sólo vivieron para acumular riquezas, poseer grandes fincas
y ser dueños de extensos territorios, pero siempre aislados dentro de los
estrechos límites de su egoísmo. ¿Cuáles fueron los
valores morales de estos poderosos que sólo pensaron en vivir para sí mismos?
¿Qué servicios prestaron a la Humanidad?
Hay valores que permanecen, que
no mueren con la persona, y uno de ellos es la amplitud de miras, de quienes
con espíritu noble y corazón generoso se aplican a la práctica del bien,
intentan mejorar las condiciones de la sociedad y ponen todo su empeño en
promover el bienestar de la raza humana.
Millones de personas, en estos momentos, caminan por la vida sin un fin concreto por el que valga la pena vivir. Van de acá para allá a merced de los vientos que soplan, del capricho de las modas, de los imperativos de la publicidad y del temor al qué dirán. El ideal de la felicidad se limita al tener, exhibir lo que se tiene y aparentar que se posee todavía más.
Los humanos pueden clasificarse en dos
categorías
Los que ponen su meta en la
acumulación de bienes materiales, honores, fama y riquezas, sin más horizonte
que el tener… Son personas sin ideales, de miras muy cortas y mezquinas.
Los que, movidos por elevadas
ambiciones y aspiraciones, con entusiasmo, temple, voluntad y esfuerzo
perseverante, viven casi exclusivamente para llevar a cabo acciones nobles. Son
las personas con ideales, con amplitud de miras, que se han marcado un objetivo
elevado en sus vidas, el objetivo de servir y ser útiles a los demás.
Dice E. G. White: “Acordaos de
que nunca alcanzaréis meta más elevada que la que vosotros os propongáis”.
Importa, pues, no quedarnos cortos.
Sabemos que no vamos a remediar todos los
males que padece la Humanidad, que no vamos a terminar con la injusticia
social, ni con la pobreza, ni con la violencia, ni con la droga, la delincuencia
juvenil o el fracaso escolar, por poner algunos ejemplos, pero nuestras miras
han de ser elevadas, universales, esperanzadoras.
Poner cuanto esté de nuestra
parte y obrar como si de nosotros únicamente dependiera la solución de estos
problemas.
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