La identidad moral es el área de la identidad general construida
alrededor de los ideales morales o el sentido ético del individuo.
Se vincula al aspecto fenomenológico o subjetivo del self, que tiene que
ver con los esfuerzos que hacen las personas por mantener continuidad en la
experiencia, y con los sentimientos de agrado o desagrado que tenemos por ser
quienes somos.
La identidad moral es el área dela identidad
general construida alrededor de los ideales morales o el sentido ético del
individuo
.
Esta dimensión moral
del ser humano, de modo que nos haga ver la importancia del componente ético de
la identidad y que, cuando no existe un reconocimiento de los demás como seres
iguales en dignidad a nosotros mismos, no es posible una convivencia dentro de
los llamados valores éticos o no puede darse el respeto de los derechos humanos
en la convivencia con otros pueblos.
Cuando reconocemos a alguien
por su manera de hablar, de escribir, de caminar, de hacer por sobre otras
personas es porque algo de la identidad se puso en juego allí. Esto no implica
que identidad y creatividad vayan siempre juntas. Esto ha sido al solo efecto
de poner más en evidencia que cuando la identidad está bien construida la
persona logra singularizarse del otro. Lo opuesto seria lo que comúnmente en
sociología se le llama el hombre masa.
Así entonces hay una identidad como totalidad, como
universo, que incluye varias partes o subsistemas: La identidad sexual o de género,
la identidad física, la identidad psicológica, la identidad social, la
identidad moral y la identidad ideológica.
Esta evolución ha alcanzado a la identidad
individual y colectiva y ha provocado efectos psicológicos, sociales y
políticos concretos. La sociedad occidental ha pasado de una forma comunitaria
a otra en la cual el individuo es el centro. El individualismo es uno de los
cambios más importantes de nuestra época.
Todo sistema abierto recibe, transformación y da
energía; en consecuencia, toda persona está en permanente movimiento y en
constante cambio. Se concluye así que toda persona no es un ser terminado, sino
en permanente desarrollo, un ser dinámico que «está siendo» en cada momento, en
el encuentro con el otro o la otra, en una cultura y una sociedad.
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