Yo creo que libramos una lucha interior entre el deber
ser y el querer ser. Es claro que el “deber ser” lo impone la
cultura, la moral o la ética y que está dado desde el exterior. Como algo
que hay que seguir muchas veces sin que medie la razón o la conciencia
racional. Y del otro lado está el querer ser, como algo que opto desde mi
interior, que parte del deseo y que algunas veces va en contra vía de
lo esperado por el grupo social y que por supuesto el colectivo condena por
salirse de lo ordenado por la norma.
Sin embargo hay ciertas cosas que naciendo desde el querer
ser, pertenece a la propia capacidad de discernimiento y que hacen
parte del libre albedrío. Y es ahí cuando se plantea la posibilidad y la capacidad
de optar que tiene el ser humano, por ejemplo, por aquello que le
hace más persona aunque no sea una decisión popular.
Lo ideal es encontrar un equilibrio entre el deber ser
y el querer ser. Para que esta armonía nos permita vivir entre semejantes, respetando
las normas y las reglas de juego, sin faltar a nuestro deseo e interés
personal; sin sentir que nuestra dignidad está siendo vulnerada o peor aún
confirmar que nuestros derechos o los de otros, están siendo pisoteados.
La propuesta consiste en desarrollar “nuestro buen gusto
moral”, para de esta forma fortalecer nuestra capacidad de
discernimiento y resolver los dilemas que plantea la vida, frente a decisiones
morales, desde el deber ser versus el querer ser.
En nuestra vida cotidiana, con frecuencia nos vemos
atrapados en medio de las siguientes afirmaciones: “yo debo llegar temprano a
casa”, “yo debo pagar la tarjeta de crédito”, “yo debo estudiar inglés”, “yo
debo llamar a…” “yo debo respetar la reputación de…” y este tipo de
expresiones terminan por bloquear la acción, consiguiendo que no hagamos nada
de lo dicho.
Si lo explicáramos de manera psicológica, encontraríamos que
el bloqueo se encuentra precisamente en la utilización de la palabra “debo”,
como una orden que viene desde afuera.
Qué pasaría si empleáramos la expresión: “yo opto por
estudiar”, “yo elijo llamar a”, “yo decido pagar la tarjeta de crédito”, “es mi
decisión, llegar temprano a casa”; “yo respeto la reputación de…”esto
automáticamente ubica el poder dentro de nosotros mismos.
Somos responsables de nuestros pensamientos, nuestras
palabras y nuestros actos y cada acción humana puede ser filtrada por el tamiz
maravilloso de la sensatez, que nos permite ser justos en la manera como
nos relacionamos; entonces utilicemos sabiamente, este poder.
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