Filosofía
La Prisión Del
Tiempo
En el agite de la
vida "moderna", el hombre no distingue entre lo urgente y lo importante;
quiere hacerlo todo rápido, ya, inmediatamente, ignorando que el auténtico
tiempo de la rapidez no es el tiempo de los "afanes", las tensiones,
la premura, la ansiedad, o el tiempo del llamado fast track (del
camino veloz, rápido), propio de nuestro sistema productor de mercancías; sino
"la rapidez (que no desconoce a la dilación), concebida como relación
entre velocidad física y velocidad mental, y que involucra conceptos
como movimiento, brevedad, tiempo, sucesión rápida de hechos, discurrir,
razonamiento, rapidez y concisión de estilo y de pensamiento como agilidad,
movilidad y desenvoltura, tal como lo plantea el escritor Ítalo Calvino".
Erich Fromm, desde
su cosmovisión psicoanalítica, señala que en la sociedad industrial, el tiempo
es el gobernante supremo. "El actual modo de producción exige que cada
acto esté exactamente "programado", y no sólo en la banda de
transmisión de la línea de ensamble sinfín sino que, en un sentido menos burdo,
la mayor parte de nuestras actividades es gobernada por el tiempo. Además, éste
no sólo es tiempo, sino que "el tiempo es dinero".
La máquina debe
utilizarse al máximo; por ello la máquina le impone su ritmo al obrero.
Por medio de la
máquina, el tiempo se volvió nuestro gobernante. Sólo en nuestras horas libres
parece que tenemos cierta oportunidad de elegir.
Sin embargo, generalmente
organizamos nuestros ocios como programamos nuestro trabajo, o nos
rebelamos contra la tiranía del tiempo siendo absolutamente perezosos.
Al no
hacer nada, excepto desobedecer las demandas del tiempo, tenemos la ilusión de
que somos libres, cuando estamos, de hecho, sólo en libertad bajo palabra fuera
de la prisión del tiempo"
Para salir de la
"prisión del tiempo" se necesita conocer el tiempo, saber qué es;
cuál es nuestro deber: "¿A qué vine al mundo?, ¿cuál es mi misión?, ¿cuál
es mi objetivo en esta vida?". ¡Conocerse a sí mismo!
"Sócrates pensaba que sin filosofía, el hombre y la ciudad no pueden
llegar a conocerse a sí mismos y mucho menos a realizarse como debieran.
Por eso, la
filosofía es necesaria". ¿Cómo conocerse a sí mismo?
Ese conocimiento nos
lo aporta el saber filosófico, el filosofar.
"En la naturaleza todo está
pensado, todo tiene una función. El ser humano cuando camina deja su huella. De
lo único que somos dueños es de nuestro presente; no nos pertenece el pasado ni
el futuro, ¡sólo el ahora!; cada instante presente es una realidad. ¡Quien
descubre que el tiempo es su único presente, podrá salir de la cárcel del
tiempo!".
En este
"agite" se diluye la dimensión personal de interioridad, de donde
brotan valores "como el silencio, el retiro, la reflexión, la
intimidad, la vocación, que hoy han pasado a un segundo lugar en el marco de
nuestras ciudades grises.
Nuestra era se
caracteriza mucho más por la inmediatez, por el manejo avaro del tiempo como
sinónimo de producción efectiva, por el ruido de las ciudades, por la
estridencia de la música, por el tener. Georg Simmel, citado por Danilo
Cruz Vélez, señala que "el fundamento sicológico del predominio de lo
meramente intelectual en el habitante de la gran ciudad es la "intensificación
de la vida nerviosa", causa de su desarraigado, con lo cual alude
a un rasgo característico de su vida anímica: en ella, el curso de las
impresiones oriundas del mundo exterior es inesperado, abrupto, atropellado y
siempre cambiante, y produce por ello una aglomeración desordenada de imágenes que
impide el establecimiento de relaciones firmes, claras y estables con la
realidad".
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