Filosofía
La Dignidad De La
Discrepancia
Giovanni Pico, nacido en Mirandola, cerca de Ferrara en
1463, fue uno de los filósofos más importantes del Renacimiento europeo y lo
que hoy llamaríamos un niño prodigio. A los catorce años, mientras estudiaba en
la Universidad de Bolonia publicó su primer libro. Luego, con objeto de leer
los más importantes libros del conocimiento tradicional (Biblia, Corán, Cábala,
Platón, etc.), aprendió, además de latín, griego, árabe, hebreo y caldeo. Su
formación filosófica se completó con retórica y lógica matemáticas.
Su obra clave, escrita a los veinticuatro años, fueron las
“Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae”, también conocidas
como “Las 900 tesis”, o proposiciones recogidas de las más diferentes fuentes
culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos como árabes, hebreos,
caldeos, pitagóricos, platónicos, aristotélicos, e incluso esotéricos, como
Hermes Trimegisto.
Tras ser perseguido, condenado por herejía y absuelto se
retiró a Florencia, donde murió joven, a los treinta y un años, en
circunstancias misteriosas, cuando entraba Carlos VIII de Francia reivindicando
su derecho a la corona de Nápoles.
Las mencionadas 900 tesis iban precedidas de una
introducción, conocida como “Discurso sobre la dignidad del hombre”, en donde
se defiende el derecho a la discrepancia, el respeto a las creencias de los
demás y el ideal de enriquecimiento de la vida a partir de los diferentes
puntos de vista.
“La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo
a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitantes, de
acuerdo a tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera
que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho ni mortal, ni
inmortal. Ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que tú podrás transformarte
a ti mismo, en lo que desees.
Podrás descender a la forma más baja de existencia, como si
fueras una bestia.
O podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu
propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos”.
Transcurridos algo más de quinientos años de su muerte,
siguen siendo sus enseñanzas tan vigentes e importantes como en su época.
Otro
nuevo Renacimiento, otro nuevo Humanismo son necesarios.
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