Yo fui joven también, tuve muchas dudas, muchos
obstáculos que me parecían insalvables, y en algunos momentos perdí la
confianza en mí mismo, sobre todo cuando el entorno que me rodeaba no entendía
mis “razones”, porque algunas de ellas tan solo parecían falsas ilusiones.Es
difícil para todos encontrar nuestra propia senda, la que nos lleve hacia el
lugar al que nosotros queremos ir. Es muy cansado escuchar a los que de buena
fe te dicen: “vamos, hombre, no pasa nada”…
Rodéate de aquellos que admiten que algo pasa,
aunque no sepan el qué, de los que quieren acompañarte en tu camino hasta que
tengas la fuerza necesaria para afrontar las últimas etapas solo. Al final el
hombre siempre estará solo para decidir por sí mismo y eso siempre genera
vértigo.
Mis malas épocas se han sucedido también con otras
buenas, han dado paso a momentos de calma en el espíritu, he sufrido las
tormentas que zarandean el alma y siempre he acabado recalando en un puerto,
tal vez no el prefijado, pero en el que he tenido tiempo de recuperar el ánimo
y la ilusión, para volver a echarme al mar con más experiencia y más garantía
de una singladura más tranquila.
Somos perpetuos navegantes, y nunca apartamos la
mano del timón. Cada día nuevo es una nueva oportunidad de generar otra ilusión,
recuperar alguna que pensábamos haber abandonado y que ahora es cuando de
verdad estamos listos para afrontarla. Cada cosa tiene su momento. Cada reto su
dificultad.
Pero lo que al final nos va a dejar satisfechos, es
saber que hemos puesto en cada momento todo lo que teníamos dentro, que hemos
luchado hasta el final, y que el éxito o un fracaso momentáneo son pequeños
instantes en una vida que siempre nos van a reforzar las alas para volar…
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