Es muy común que le pidamos a quienes nos rodean
que se comporten consecuentemente: a nuestros amigos, a quienes seguimos en
twitter, los políticos, etc. Es que el “ser consecuente” es una característica
que hoy es enormemente valorada, ya que nos hace confiables ante nuestro
entorno en una época en la que reina la desconfianza y la paranoia. Es común
escuchar que se pronuncian con orgullo frases como “siempre he pensado igual” o
“mi comportamiento ha sido el mismo toda mi vida”, tanto en debates televisivos
como en discusiones en las redes sociales. Pero hace un tiempo que esas frases
me generan algo de ruido… ¿Es realmente valorable que una persona no cambie
de opinión en 30 años? ¿Qué espacio queda entonces para el crecimiento y
la aceptación de los errores?
Si vamos al significado Real (o sea, de la Real Academia de la Lengua)
de la palabra “consecuente”, su segunda acepción, que se refiere a un adjetivo
propio de una persona, dice:
"Dicho de una persona: Cuya conducta guarda correspondencia lógica
con los principios que profesa."
Por lo tanto, la definición “oficial” de la palabra “consecuente” no
habla de cuánto tiempo llevas pensando de la misma forma, sino que se refiere a cómo
tus actos concuerdan con tu forma de pensar en la actualidad.
Visto bajo ese prisma, me parece que el llevar años pensando igual
no es algo de lo que uno se pueda jactar, pues si efectivamente estamos
incurriendo en un error y pasamos años negándonos a escuchar otras visiones,
más que actuar de forma consecuente estamos actuando de forma obstinada.
Me parece que la verdadera clave para demostrar consecuencia no tiene
que ver con un tema temporal, sino con demostrar con actos potentes y
claros la propia convicción, que esos actos se condigan con el
discurso que se verbaliza y que se someta a un cuestionamiento crítico constante
que refuerce el valor del principio que se defiende.
Al menos para mí, el tiempo no cuenta. Al contrario, valoro profundamente
cuando alguien es capaz de cambiar su forma de pensar, haciendo propias ideas y
principios que le parecen más justos y valiosos.
Muy distinto es ver a una persona que constantemente aparece “cambiando
de opinión” por motivos que lo benefician. Ahí el problema no es el
cambio, sino el oportunismo, lo que hace
ver que sus motivaciones son en verdad egoístas, lo que no suele condecirse con
sus discursos llenos de buenas razones.
Es que a fin de cuentas, si lo que se busca es un valor tan potente como
el bien y la justicia, me parece absolutamente razonable el hacer
modificaciones a nuestra forma de pensar, de opinar y de actuar a medida que
vamos aprendiendo de nuestras experiencias. Me parece que son cambios
necesarios para crecer como seres humanos y para acercarnos a aquellos valores
por los que estamos luchando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario