La capacidad de pensar es propia del ser humano, y se va
desarrollando paulatina y naturalmente con la maduración, cuando el ser humano
crece y se desarrolla. Sin embargo esa aptitud natural para pensar, que
significa entenderse a sí mismo y al mundo que lo rodea, usando la percepción,
la atención, la memoria, la transferencia, etcétera, solucionando problemas que
se presentan día tras día, recordando, imaginando y proyectando, puede
estimularse mediante la educación, que actúa sobre los procesos mentales para
desarrollarlos, orientarlos y potenciarlos.
Para ellos se utilizan estrategias que estimulan la comprensión y
el aprendizaje significativo, para que lo que penetre
en la memoria se sitúe en la de largo plazo, relacionando los
nuevos datos o hechos registrados, con conocimiento anteriores.
El pensamiento se desarrolla entonces por obra de la naturaleza y
de la acción externa (por educación).
El desarrollo del pensamiento puede entonces ser natural o estimulado,
pero este último debe respetar según Piaget las etapas del desarrollo natural
del niño. Entre el nacimiento y los dos años de vida, se produce la etapa
sensorio motora, donde el niño es incapaz de internalizar ideas. Entre los 2 y
los 7 años transcurre la etapa pre operacional. El niño ya forma
imágenes mentales y desarrolla primero el lenguaje oral y luego el escrito.
Entre los 7 y los 11 años es la etapa del pensamiento concreto, y a partir de
esta edad ya puede ser capaz de abstraer.
Para Dewey, todo conocimiento para ser tenido como tal debe confrontarse
con la experiencia. La mente para este autor se desarrolla, cuando
se enfrenta a situaciones que debe resolver.
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