Todos hemos oído hablar de lo que comúnmente se denomina “don
de gente” lo que equivale a referirnos a una persona dotada de una singular
personalidad con la que todos quisiéramos compartir de su tiempo y de esa tan
particular forma de enfrentar todas las circunstancias de su diario vivir.
Ahora bien, todos sabemos, o mejor dicho, deberíamos saber, de
que cada persona es un individuo único e irrepetible, la realidad nos demuestra
que no existen dos personas esencialmente iguales, por muy parecidas que puedan
parecernos, esto que mencionamos equivale a decir, aunque quizás sin utilizar
las mismas palabras, que cada criatura humana viene a este mundo provista de un
“don” algo que le es único y que además, sólo le pertenece “por derecho natural
e inalienable” y que esa pertenencia le es exclusiva como una parte integral de
su personalidad.
Siendo tal como lo mencionamos nos cuesta entender de que pueda
existir alguien que desconozca ese atributo que le es propio e intransferible y
que llegue a pensar de que esa posibilidad “de poseer un don” sea algo que sólo
es admisible en personas que vienen a este mundo dotadas de tan singulares
condiciones.
A muchos de nosotros nos cuesta enterarnos de cuál es
nuestro don, esa actividad que nos hace olvidarnos del tiempo y muchos nos
dejamos llevar por lo que los demás creen que es bueno para nosotros, porque
quizás a ellos les ha funcionado.
Pero no
caemos en cuenta que cada uno de nosotros es único y que venimos al mundo con
el “chip” ya instalado solo que debemos aprender a activarlo, y esa es la parte
más difícil para muchos, porque desde pequeños se nos empieza a decir que es lo
que debemos hacer y lo que no, lo que es bueno y lo que no, aunque no es malo
recibir algo de orientación, muchos nos desconectamos por completo de lo que es
nuestra esencia y se nos hace muy difícil y en muchos casos hasta imposible
recuperar nuestro propio camino.
En todo este proceso dejamos de oír a nuestro ser interior, esa vocecita que nos dice lo que nos conviene y lo que no, lo que muchos llamamos intuición o sexto sentido, pues esta sensación que a veces tenemos, por ejemplo: cuando conocemos a una persona interesante que nos atrae, sentimos mariposas en el estómago, esa es nuestra voz interior que nos dice: aprovecha esta persona te conviene. O puede también avisarnos de peligros.
En todo este proceso dejamos de oír a nuestro ser interior, esa vocecita que nos dice lo que nos conviene y lo que no, lo que muchos llamamos intuición o sexto sentido, pues esta sensación que a veces tenemos, por ejemplo: cuando conocemos a una persona interesante que nos atrae, sentimos mariposas en el estómago, esa es nuestra voz interior que nos dice: aprovecha esta persona te conviene. O puede también avisarnos de peligros.
Cuando
dejamos de oírla ella también deja de hablarnos, entonces es como si
perdiéramos el timón de nuestro barco y no sabemos a donde debemos ir, quedamos
a la deriva y no sabemos qué hacer.”
Es hora de comenzar a reconocernos a nosotros mismos, dejar
los temores de lado y observarnos en la perspectiva correcta aquella que nos
muestra tal cual somos y adoptemos un comportamiento acorde con la dignidad que
es propia a todos los de nuestra especie.
Hugo W Arostegui
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