“Porque del dicho al hecho,
hay un largo trecho, hay un largo trecho,
no malgastes palabras, que barra el agua, qe lleva el viento,
porque del dicho al hecho,
hay un largo trecho, hay un largo trecho, “
“Este refrán refleja que en ocasiones las palabras o
promesas del individuo no son reflejadas en sus acciones, y es por ello que el
hombre no debe confiar en las promesas que no pueden cumplirse. Por ejemplo: en
las campañas políticas, que los políticos aprovechan para dar su mejor discurso
prometiendo y ofreciendo cientos de beneficios al pueblo para captar las
atenciones de los ciudadanos y asegurar su voto, pero que al pasar el tiempo las
propuestas ofrecidas son diferentes a la realidad de los hechos.
En este sentido, dicho refrán refleja la discordancia entre
las palabras y los hechos, y es por ello que es usado como advertencia para
desconfiar de las palabras del otro, ya que es fácil hablar y prometer pero lo
difícil es cumplir, y de ahí se observa la sinceridad y el compromiso del
individuo en realizar o concluir lo propuesto.”
Los dictados que nos llegan desde el concepto egoísta, ese tan
particular que de alguna manera nos intentan
convencer de que es una “pérdida de tiempo” el preocuparnos por los demás, que
a nadie le importa si no damos cumplimiento con nuestras promesas ya olvidadas,
ese concepto tan individualista como evasivo, intenta vanamente poner una
distancia de falsas excusas entre lo que “pensamos hacer” y aquello que en
realidad realizamos.
Muchos opinan, generalmente desde el anonimato, que “la
solidaridad no paga” que es mejor no meterse y dejar que “se arreglen como
puedan” pero yo me pregunto: ¿alguien puede estimar el valor de una buena
acción? ¿cuánto vale el servicio que brindamos?
Las respuestas a estas interrogantes se responden solas, el valor de
aquellos que cumplen con lo que prometen es tan grande que no tiene precio ni
existe otro lugar donde puedan comprarlo.
Hugo W Arostegui
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