En estos primeros
días de verano es bueno recordar a los “quejosos desmemoriados” que desde que
me conozco por gente, lo que quiere decir que desde hace muchísimo tiempo,
nuestros veranos han sido lo que son, se amanece muy temprano y la temperatura
asciende rápidamente sobrepasando largamente al medio día los treinta y tantos
grados de temperatura ambiente.
En nuestra niñez,
sentados en la cocina, antes de tomar el desayuno, escuchábamos las previsiones
del día en la voz de nuestros mayores “hoy parece que va a cantar la lechiguana”
lo que equivalía a pronosticar que sería un día de intenso calor, lo que nos parecían
advertencia de “malos agüeros” para quienes sentíamos la juvenil inquietud de
trepar a los árboles para juntar miel de
los panales que afortunadamente abundaban en las inmediaciones.
Lo que pretendemos
decir derecho viejo es que por nuestros lares siempre las temperaturas han sido
altas en el verano, podemos comprender lo del “calentamiento climático” que
justificadamente ocupa el centro de la agenda de casi todas las naciones, por
no decir todas, pero, bueno es que esnobismo aparte, sin que nos sirva de
excusa para que nos tomemos unas “merecidas vacaciones” pongamos a trabajar nuestra memoria y
aceptemos que el intenso calor que sentimos en el verano nada tiene que ver con
el grado de desarrollo de nuestras naciones ni del “status social” en el cual
estemos o aparentemos que estamos “tarjetas de crédito mediante” .
El canto de la
lechiguana para quienes todavía tienen el placer de oírlo nos habla de lo lindo
que es vivir la vida y si aprieta el calor podremos saborear la “frescura de
una buena sombra” sentir a las chicharras al mediodía o dejarnos cubrir por las
aguas que todavía corren cristalinas en nuestros arroyos.
Las Lechiguanas
Islas, las
del dulce encanto,
de horizonte leve,
de azul infinito;
con cielos
sangrantes en atardeceres;
con sedientos
sauces que mece el “remanse”
y zorzales de canto
demorado y grave.
…
Revelas dos caras,
cual la vida misma,
apacibles aguas en
quietas estampas
o crecido avance
que todo lo arrasa;
reflejos que copian
la frondosa orilla
u oleaje impetuoso
que golpea y espanta.
…
Tendí la mirada en
toscos veranos,
me quedé en
zumbidos de néctar, ufano;
bebí en el bullicio
de alegres bandadas,
anduve senderos de
juncos bravíos
embriagado en
brillos de piel y de escama.
…
Hoy renacen
memorias de apacibles horas;
será verte de
nuevo, entrar en tu flora
de savia continua,
quedar extasiado,
rendido al embrujo
de tu nombre eterno
que renueva dicha
de ser pronunciado.
…¡Verte de nuevo,
déjame soñarlo!...
Vicente Jorge
Cúneo, Gualeguay, enero de l985.
Hugo W Arostegui
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