Todo indica que en esta época
del año pareciera que nos miramos los unos a los otros con un sentido diferente
al que solemos utilizar en nuestras apariciones “por esta jungla humana” a la
que “salimos de cacería con puños y dientes apretados”.
Notamos que imperan “tiempos
diferentes” es algo así como si los
presentes que compramos y las luces intermitentes de nuestros adornos navideños
nos trajesen desde lo recóndito de nuestros genes, las voces de un coro de ángeles
que anunciaban al mundo este mensaje pleno de amor y esperanza: “Gloria a Dios
en las alturas y en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres”
“La voluntad alude la intención con que se realizan las acciones, que en este caso
está orientada al bien. Todo acto voluntario es consciente y de libre elección,
pero puede esconder un deseo o la determinación de hacer daño, o no ayudar, a
sí mismo y/o a terceros, y entonces no se tratará de una buena voluntad, sino
mala.
En el cristianismo la buena voluntad
se refiere a la de Dios y sus buenas intenciones para con sus criaturas. Los
hombres que aceptan llevar a cabo su plan e inclinan sus acciones hacia ello,
son los que poseen buena voluntad”.
El adjetivo de voluntarioso define una cualidad de carácter de aquella persona que se caracteriza por tener una buena voluntad y una disposición de ayuda para realizar el bien en cualquier ámbito de la vida. En el contexto profesional, una persona voluntariosa es aquella que trabaja con tesón por alcanzar sus objetivos, se supera a sí misma, es constante en la realización de un plan de acción y cuida todos los medios a su alcance para intentar que las cosas salgan según lo esperado.
Ser voluntarioso es una cualidad importante, una de las más valoradas por cualquier empresa cuando contrata a profesionales que más allá del currículum, se diferencian por sus habilidades personales. Las personas voluntariosas simplifican las dificultades a través de su actitud.
Una persona voluntariosa es diligente y firme en su tarea, tiene una rectitud moral que le hace perseverar en sus propósitos gracias a un alto grado de motivación intrínseca. Es decir, una persona diligente es aquella que valora el cumplimiento del deber. La cualidad de ser voluntarioso también es importante en los estudios donde esta disposición de trabajo puede ser incluso más importante que la inteligencia.
Nuestro sentido deseo es
que estos auspicios de “paz y buena voluntad” superen largamente las
intermitencias de las luminarias navideñas y se afinquen en el corazón de cada
uno.
Hugo W Arostegui
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