Resulta algo muy común, sobre
todo considerando la vorágine expresiva de nuestras comunicaciones, que en el
afán de ganar tiempo y espacio en nuestras respuestas, pienso que sobre todo
espacio, digamos algunas incongruencias, afirmando o dando por sentado algunas
cosas que luego, cuando observamos mejor el resultado de tanta metralla en el
teclado de los ordenadores, nos damos cuenta de que no es posible que afirmemos
tantas cosas que pudieran haberse hecho o se fueran a realizar en un tiempo y
espacio que escapan a nuestras dimensiones conocidas.
Es bueno hacer notar que estas
incongruencias no pueden ser adjudicadas a cuestiones de género por más que el
sexo femenino lleve la delantera en eso de decir tantas cosas carentes de un
asidero lógico o que puedan tener cabida en las formas y dimensiones generalmente
aceptadas, en esto de las incongruencias las metidas de pata no tienen género
ni tampoco comparaciones medianamente aceptables.
“Se produce una incongruencia
cuando se presenta algo contradictorio en algún sentido. La incongruencia se
puede referir al lenguaje, a los hechos o a las cosas. En nuestro idioma
utilizamos términos sinónimos, como incoherencia, inconsecuencia o absurdo. Por
lo tanto, lógica y congruencia serían palabras antónimas.
La incongruencia en el lenguaje:
Cuando hablamos debemos cumplir con algunas reglas lógicas básicas. Si nuestras palabras no respetan los principios lógicos se produce una incongruencia. En este sentido, el principio de no contradicción es un criterio de congruencia, pues no podemos decir que algo es una cosa y al mismo tiempo no lo es (Juan es alto pero bajo no cumple dicho principio). El principio de identidad es otro criterio fundamental, ya que una cosa es necesariamente igual a sí misma. Estos dos principios son claros ejemplos de leyes del pensamiento que afectan al lenguaje. El hecho de no respetarlos implica una evidente incongruencia.
Algunas figuras retóricas tienen una cierta incongruencia, pero no se trata de una contradicción estricta sino que es un juego del lenguaje. Por ejemplo, la paradoja que expresamos al hablar de una música silenciosa, el célebre verso de Santa Teresa "Vivo sin vivir en mí" o la descripción de alguien como un pobre rico. El teatro del absurdo y el arte surrealista tienen igualmente un claro sentido ilógico e incongruente pero esto no significa que carezcan de sentido.
En ocasiones afirmamos cosas que contradicen nuestras acciones. Si digo que soy una persona generosa pero no ayudo a los demás, estoy diciendo una incongruencia, pues lo que digo y lo que hago no coinciden.
La incongruencia no es necesariamente una mentira, ya que alguien puede creer honestamente que dice la verdad aunque sus palabras no sean ciertas. La no correspondencia entre las palabras que decimos y nuestra conducta es la expresión de una contradicción interna.
Cuando hablamos debemos cumplir con algunas reglas lógicas básicas. Si nuestras palabras no respetan los principios lógicos se produce una incongruencia. En este sentido, el principio de no contradicción es un criterio de congruencia, pues no podemos decir que algo es una cosa y al mismo tiempo no lo es (Juan es alto pero bajo no cumple dicho principio). El principio de identidad es otro criterio fundamental, ya que una cosa es necesariamente igual a sí misma. Estos dos principios son claros ejemplos de leyes del pensamiento que afectan al lenguaje. El hecho de no respetarlos implica una evidente incongruencia.
Algunas figuras retóricas tienen una cierta incongruencia, pero no se trata de una contradicción estricta sino que es un juego del lenguaje. Por ejemplo, la paradoja que expresamos al hablar de una música silenciosa, el célebre verso de Santa Teresa "Vivo sin vivir en mí" o la descripción de alguien como un pobre rico. El teatro del absurdo y el arte surrealista tienen igualmente un claro sentido ilógico e incongruente pero esto no significa que carezcan de sentido.
En ocasiones afirmamos cosas que contradicen nuestras acciones. Si digo que soy una persona generosa pero no ayudo a los demás, estoy diciendo una incongruencia, pues lo que digo y lo que hago no coinciden.
La incongruencia no es necesariamente una mentira, ya que alguien puede creer honestamente que dice la verdad aunque sus palabras no sean ciertas. La no correspondencia entre las palabras que decimos y nuestra conducta es la expresión de una contradicción interna.
Si alguien quiere lograr un
objetivo pero no actúa en consecuencia nos encontramos con otra contradicción.
Así, si digo que quiero mejorar mi inglés pero no estudio más estoy siendo
incongruente.”
Así las cosas, es como el afirmar
que “las gallinas esquizofrénicas ponen huevos sicodélicos”
Hugo W Arostegui
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