Esta época del año suele ser un campo muy fértil para el
cultivo y desarrollo de nuestras emociones, los reencuentros afectivos, el
incremento de nuestros intercambios con quienes ha transcurrido un largo tiempo
en el cual no hemos estado en contacto, los lazos afectivos interrumpidos sea
por disoluciones conyugales, nuevas familias, viajes de estudio, necesidades
laborales, nuevos vínculos, nacimientos, defunciones, etc.
De lo que agregamos los consabidos “reencuentros de familia”
la navidad, el fin de año, las reuniones de camaradería con colegas de trabajo,
las inevitables compras de presentes sumados a las visitas a los familiares de
fallecidos que bien pueden ser nuestros, como ser, padres, hermanos, hijos , un
cúmulo de situaciones que sin duda ponen a prueba nuestra capacidad emotiva que
son el caldo de cultivo de muchas de nuestros “malestares “ seguramente
causados por la ansiedad, la nostalgia, o un deseo irreprimible de estrechar en un abrazo o de recibir el
afecto de aquellos que por distintas razones sentimos su ausencia.
“Ejemplo para comprender el desarrollo de una emoción: El miedo es un
sentimiento que puede producir cambios fisiológicos como aumento de la
frecuencia cardíaca, dilatación de las pupilas, tensión en los músculos y segregación
de adrenalina; a su vez produce una reacción interna que se
refleja en expresiones faciales, movimientos bruscos o específicos y cambio en
la entonación.
En lo cognitivo,
esas respuestas son analizadas en un contexto socio-cultural para poder
comprenderlas y ubicarlas en el lugar adecuado. “La expresión
emocional cambia así como lo hace el
desarrollo ontogenético del individuo”.
De igual modo, es el proceso cognitivo el que nos permite inhibir ciertas
emociones, cuando culturalmente no son consideradas como
adecuadas. Por ejemplo, cuando nos sentimos atraídos por una persona que no
puede correspondernos (por hallarse casada o simplemente no estar enamorada de
nosotros) o cuando estamos frente a nuestro jefe y sentimos deseos de matarlo
(sabemos que dar rienda suelta a este sentimiento no podría traernos más que
problemas, y no sólo el de quedarnos sin trabajo).
Es necesario comentar que en las últimas teorías
cognitivas que
se han hecho sobre el proceso emocional, se ha enfatizado de forma
fundamentalista en lo cognitivo, objetando que el mundo no es de una
determinada forma, sino que depende de con qué ojos se mire; por eso una misma
experiencia para dos personas diferentes para una puede resultar traumática y
para otra ser más posible de enfrentar y resolver.
De todas formas, si bien esta teoría tiene muchos adeptos,
sobre todo en las corrientes
relativistas, muchos especialistas se niegan a aprobar esta manera
tan aleatoria de entender los sentimientos y el mundo en general”.
Así las cosas, así somos los humanos y así seguiremos por
los siglos de los siglos, nos necesitamos los unos a los otros, añoramos los
reencuentros, y sobre todo, nos extendemos en buenos augurios cargados de una “emoción
a flor de piel” que surca con una lágrima nuestros ojos e ilumina el rostro con una sentida
sonrisa.
Hugo W Arostegui
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