martes, 15 de octubre de 2019

Mezquindad


La mezquindad es el acto por el cual preferimos lo que tenemos a lo que somos. La mezquindad no significa exactamente el no-deseo de dar, la antigenerosidad. No. La mezquindad es esa sensación perenne de carencia que sienten quienes la padecen. 

De allí que se sientan incapaces de darse y de dar.

Dice un cuento antiguo: érase una vez un rey inmensamente rico que tenía dos hijos muy envidiosos. Para ponerlos a prueba, les anunció que estaba dispuesto a concederles el mejor de sus deseos, pero con una condición. 

Obtendría el deseo el primero de los hermanos que formulara su petición y al segundo le daría el doble de lo que hubiera solicitado el primero...

Ninguno se decidía a hablar esperando que empezara el otro, hasta que el rey obligó a uno de ellos a formular su deseo. 

Y este respondió: "Deseo, padre, que me arranque un ojo"...

La mayoría de la gente no se da cuenta si se portan mezquinos -mezquinos en cuestiones de dinero, mezquinos para perdonar a la gente, mezquinos para agradecer y enseñar, mezquinos para amar, y hasta para dar una propina...etc.-y van por la vida escatimando todo.

La mezquindad es del miserable, del que restringe cada cosa que debiera dar sin parpadeos, sentimientos, palabras, gratitud, y cosas materiales...

Por ello el mezquino vive a medias, angustiado siempre, da mendrugos de manera hipócrita o de humillante mal modo, y envaneciéndose  por la mísera limosna dada, y por eso, de vuelta sólo recibe migajas por su modo de ser, y eso lo hace totalmente infeliz, y en consecuencia, es poco inteligente, y muy insano.

Y es que la malicia, el abuso, y la mezquindad, suelen ser mecanismos de defensa de una personalidad que esconde traumas, incompetencias e inseguridades severas, y actuando así, el mezquino cree que se resguarda y se encuentra mejor, más fuerte, superior a los demás, pero sólo se engaña a sí mismo haciendo por el bien de los demás el mínimo esfuerzo posible, escatimando todo, desde una propina hasta el reconocimiento por el talento ajeno, y ni que decir de la gratitud o de la amabilidad...

Y es que los tacaños no sólo lo son con el dinero: la tacañería es una actitud ante la vida, que lo contamina todo, desde dar una palabra de aliento a quien la necesite, hasta dar un aumento de salario justo a los empleados.

Hay sujetos, inmersos en el capitalismo mórbido, que usan el 90% de su capacidad creativa para buscar los modos de ahorrarse unos centavos, o ganarlos abusando de otros.
Individuos cuyos pensamientos están ocupados en un 100% en preocupaciones relacionadas con el dinero.

No les importa el arte, el amor, la justicia, la bondad, la salud y mucho menos el bienestar de los demás. Son sujetos como los dueños de las telefónicas, las televisoras, los supermercados, y hasta los gobiernos, a los que el hecho de ser miserables les da una vitalidad impresionante.

Incluso, pareciera que dicha vitalidad se traduce en una mayor esperanza de vida, porque esos ricos mezquinos tardan lustros en morir, quizá por temor al gasto económico que significaría su funeral, y claro, suponen absurdamente, que se llevarán sus acumulaciones afectivas y materiales al otro mundo...

Los mezquinos terminan siendo parásitos y explotadores de los demás, y para nada, porque ni disfrutan ni dejan disfrutar a nadie a su alrededor de ningún placer, porque tal pareciera que todo placer, aunque no cueste dinero, para ellos es un desperdicio oneroso.

Tanto ejemplo de abuso y egoísmo debe hacernos replantear el ser y el tener.

(Si nuestra autoestima está basada en el éxito económico, y somos lo que tenemos, entonces, si de súbito perdiéramos esos bienes, ya no seríamos nada.

Así de claro.


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