miércoles, 30 de octubre de 2019

Ser Y Estar


Si no estamos presentes no podemos ser aquello que decimos. Y a veces hay quienes están físicamente, pero no están. Están, a la vez, presentes y ausentes. Si nuestra presencia, en cambio, está llena con nuestro ser, entonces sí lograremos aportar a diferencia. Con reconocer al semejante, creo, no alcanza. Hace falta el atributo más importante de todos. Y a la vez, uno de los más difíciles de lograr. Hace falta estar presentes. Estar ahí, sí. Pero también estar presentes en el sentido de ofrendar. Ser, para el otro, un presente. Regalar nuestra disposición amorosa.

Alguien que ofrenda dispone en un tiempo y un espacio para hacer con el otro. Sin acción, creo, no hay presencia genuina. El que está presente pone vocación y se ofrece en su estar y en su hacer. Si lo que quieres es ofrendar, trata de que nunca te dé lo mismo estar allí que en otra parte.

Que no te sea indiferente el hecho de que tus acciones en ese presente tenga algún efecto en los demás.

Asegura que el efecto de tu presencia sea positivo. No seas un obstáculo, sino un regalo. Asegúrate de que tu presencia sirva. No alcanza con decir presente, debes verificar con tu conciencia si te encuentras ahí voluntariamente o si te han llevado.

Son, me parece, dos maneras casi opuestas de estar presentes. Podemos presentarnos ante el reclamo y la demanda de alguien, o bien hacerlo en términos proactivos, voluntarios.

Es decir: ¿Nos llaman y vamos? ¿O estamos dispuestos a acudir antes de que nos convoquen?

Son dos maneras de ser que cambian radicalmente nuestro hacer. La primera es por arrastre, y sólo surge cuando nos llaman la atención. La segunda es diferente, y a esto aspiramos, si es que buscamos un pleno desarrollo de lo humano. Vayamos al frente. Estemos presentes y disponibles para los que lo necesitan. Pongamos el cuerpo y el espíritu.

Por supuesto que nos haremos daño el uno al otro. Pero esta es la condición misma de la existencia. Para llegar a ser primavera, significa aceptar el riesgo de invierno. Para llegar a ser presencia, significa aceptar el riesgo de la ausencia.


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