Esto es, las personas con este estilo hacen una interpretación
"fatalista" de los problemas que les ocurren, pensando que "no
tienen solución", que "no hay nada que puedan hacer para mejorar la
situación" y que las consecuencias "son inevitables, permanentes y
que afectarán a todos los ámbitos de la vida". Además, se
"echan la culpa" de lo que les sucede y piensan que les "seguirá
pasando en el futuro".
La Teoría de la Desesperanza de la Depresión propone que el estilo
atribucional descrito actúa como factor de vulnerabilidad al interactuar con
acontecimientos estresantes. De esta manera, cuando un adolescente experimenta
circunstancias vitales adversas, tales como un suspenso o un rechazo por parte
del grupo, interpretará causas y consecuencias muy negativas para dichas
circunstancias, poniéndose en riesgo de desarrollar depresión. Además, el
modelo establece que el riesgo es sobre todo para un tipo de depresión
denominada Depresión por Desesperanza, que incluye síntomas tales como
baja autoestima, falta de energía, tristeza, etc.
Este modelo de la desesperanza permite explicar el aumento de
prevalencia de depresión en la adolescencia, ya que algunas de las
características claves de esta teoría, tales como la vulnerabilidad cognitiva y
los sucesos estresantes, experimentan un considerable aumento en esta etapa
evolutiva.
Así mismo, se ha propuesto que el estilo atribucional de la desesperanza
podría ser útil para entender el hecho de que las mujeres muestren un mayor
número de síntomas depresivos que los hombres, ya que las mujeres tienden a
mostrar en mayor medida dicho estilo cognitivo y, por tanto, serían más
vulnerables ante ciertas circunstancias estresantes (Hankin y Abramson, 2001).
La teoría de la Desesperanza de la Depresión ha generado muchas
investigaciones a nivel internacional, con resultados muy variados. Algunas de
las limitaciones que han obstaculizado estos estudios se refieren a la
necesidad de contar con instrumentos de medida adecuados para evaluar el estilo
cognitivo de desesperanza. En el estudio publicado en Ansiedad y Estrés, en
el que han participado casi 1.000 adolescentes, se ha adaptado con buenas
propiedades psicométricas un test para evaluar el estilo atribucional (Cuestionario
de Estilo Atribucional para Adolescentes). Los resultados muestran que la
desesperanza y los acontecimientos estresantes se asocian significativamente a
la depresión y que las chicas muestran más síntomas de depresión,
particularmente aquellos más consistentes con el modelo de la desesperanza.
Además, el estudio sugiere que la vulnerabilidad cognitiva al estrés se
da particularmente entre las chicas. Por un lado, las chicas muestran una mayor
tendencia al estilo atribucional de desesperanza, ya que atribuyen en mayor
medida los acontecimientos negativos a causas globales; y perciben un mayor
número de consecuencias negativas para sí mismas y el futuro.
Por otro lado, si bien el estilo de desesperanza se asocia a más
síntomas de depresión tanto en chicos como en chicas, es solamente en estas
últimas en quienes actúa como factor de vulnerabilidad, haciendo que el impacto
de los estresores en los síntomas depresivos sea mayor entre las chicas
caracterizadas por este estilo cognitivo.
Los resultados de esta investigación contribuyen a conocer mejor la
etiología de la depresión, especialmente el trastorno del estado del ánimo
vinculado a la desesperanza, así como las diferencias de género en la
prevalencia de esta patología. Las conclusiones a las que se llega tienen
aplicación en la práctica clínica, tanto en el ámbito de la prevención como del
tratamiento. En concreto, las estrategias de reestructuración cognitiva
dirigidas a modificar los estilos atribucionales negativos que los adolescentes
aplican cuando se enfrentan a acontecimientos estresantes pueden ser de gran
valor en este contexto.
El modelo de la desesperanza, como otras teorías de vulnerabilidad al
estrés, nos lleva a reflexionar sobre el papel de nuestros pensamientos como
elemento que matiza el impacto de los acontecimientos negativos en nuestro
bienestar emocional, y sobre la necesidad de educar y fomentar el desarrollo de
estilos cognitivos saludables entre los adolescentes.
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