Declaración Universal de los Derechos Humanos.
“Todos los seres humanos nacemos libres y con los
mismos derechos y dignidad. Puesto que tenemos razón y conciencia, debemos
tratarnos siempre con respeto.”
Los derechos que proclama esta Declaración son para
todo el mundo. Aunque hablemos otro idioma, aunque tengamos distinto color de
piel, aunque pensemos de otra manera, aunque tengamos otra religión, tanto si
somos pobres como si somos ricos como si somos de otro país.
Todos tenemos derecho a vivir. A vivir libremente y
con seguridad.
Nadie nos puede esclavizar. La esclavitud, sea de
la forma que sea, está prohibida.
Nadie nos puede torturar ni tratarnos de forma
cruel, inhumana o humillante.
Todos nuestros derechos tienen que ser reconocidos
en todas partes.
La ley es igual para todos. No se nos puede aplicar
de forma distinta.
Si alguien no respeta nuestros derechos, podemos
pedir la protección de la justicia
Nadie tiene derecho, arbitrariamente, a detenernos,
mantenernos en prisión ni expulsarnos del país donde vivimos.
Si nos han de juzgar, debe ser públicamente. Y
aquellos que nos juzguen, tienen que ser completamente imparciales.
Si se nos acusa de algún delito, tenemos derecho a
defendernos. Se tiene que admitir que somos inocentes mientras no se pueda
probar que somos culpables. Nadie tiene derecho a condenarnos ni a castigarnos
por cosas que no hemos hecho.
Nadie puede entrometerse, sin ninguna razón, en
nuestra vida privada, nuestra familia, nuestra casa o nuestra correspondencia.
Tenemos derecho a entrar y salir de nuestro país
cuando queramos.
Si se nos persigue, tenemos derecho a ir a otro país
y pedir protección. Perdemos este derecho si no respetamos los artículos de
esta Declaración.
Tenemos derecho a pertenecer a un país. Si queremos
pertenecer a otro país, nadie puede impedírnoslo arbitrariamente.
Cuando tenemos edad de casarnos, tenemos derecho a
hacerlo sea cual sea nuestra raza, nuestro país de origen o nuestra religión.
Las mujeres y los hombres tenemos los mismos derechos cuando nos casamos y
cuando nos separamos. Nadie nos puede obligar a casarnos y, si lo hacemos, el
gobierno de nuestro país tiene que proteger nuestra familia.
Todos tenemos derecho a tener nuestras cosas, y
nadie tiene derecho a quitárnoslas.
Tenemos derecho a pensar como queramos y a cambiar
de forma de pensar. También tenemos derecho a escoger libremente la religión
que queramos, a cambiar de religión y a practicarla como mejor nos parezca,
solos o junto a otras personas.
Todos tenemos derecho a la libertad de opinión y de
expresión. Asimismo, tenemos derecho a intercambiar ideas con las personas de
otros países sin que las fronteras nos lo impidan.
Tenemos derecho a reunirnos y asociarnos con quien
queramos, de forma pacífica. Si no queremos, nadie nos puede obligar a formar
parte de una asociación.
Tenemos derecho a participar activamente en las
decisiones de nuestro país, directamente o escogiendo representantes. Para
poder elegir a nuestros gobernantes, periódicamente tiene que haber elecciones
no manipuladas en las que todos podamos votar libremente.
Cada uno de nosotros tiene derecho a obtener la satisfacción de los
derechos económicos, sociales y culturales que necesitamos para poder vivir
dignamente.
Tenemos derecho a trabajar, a escoger libremente un
trabajo y a recibir un sueldo que nos permita vivir dignamente, a nosotros y a
nuestra familia. Todas las personas que hacen el mismo trabajo tienen derecho,
sin ninguna discriminación, a recibir el mismo sueldo. Si trabajamos, tenemos
derecho a agruparnos para defender nuestros intereses.
Todos tenemos derecho a descansar. Por tanto, la
jornada laboral no ha de ser excesivamente larga y, periódicamente, tenemos que
tener vacaciones pagadas.
Tanto nosotros como nuestra familia tenemos derecho
a un nivel de vida que nos asegure la alimentación, el vestido, la vivienda y
la asistencia en caso de enfermedad. También tenemos derecho a recibir ayuda si
no podemos trabajar, ya sea porque no haya trabajo, porque estemos enfermos,
porque seamos viejos o por cualquier otra razón independiente de nuestra
voluntad. Todos los niños y niñas tienen los mismos derechos, aunque sus padres
no estén casados.
Tenemos derecho a ir a la escuela; la enseñanza
elemental tiene que ser obligatoria y gratuita. La escuela tiene que fomentar
la convivencia y el desarrollo de las capacidades de cada uno. Los padres
tienen derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos.
Todos tenemos derecho a participar y beneficiarnos
tanto de la vida cultural como del progreso científico de la sociedad en que
vivimos.
Para que todos los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración puedan ser protegidos adecuadamente, es
necesario que exista un orden social e internacional que lo haga posible.
Todos tenemos deberes con relación a las personas
que nos rodean, a las cuales, por otra parte, necesitamos para desarrollarnos
plenamente. Nuestra libertad y nuestros derechos sólo están limitados por el
reconocimiento y el respeto de la libertad y los derechos de los otros.
Ningún Estado, ningún grupo, ningún ser humano
puede utilizar ningún principio de esta Declaración para suprimir los derechos
y libertades proclamados en ella.
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