jueves, 31 de octubre de 2019

No Comprender


“Meditación: Si quieres conocerte, observa la conducta de los demás. Si quieres comprender a los demás, mira en tu propio corazón”

 Los seres humanos fuimos creados para convivir con otras personas y no para estar solos y alejados del resto de la sociedad. Sin embargo, en muchas ocasiones esta convivencia se nos hace difícil ya que estamos tan ensimismados en nuestra forma de vivir y de ver las cosas que dejamos de ser tolerantes con los demás seres que nos rodean. En verdad nos pasamos la vida sin entendernos o, lo que es más inquietante, malentendiéndonos.

Y cuando no, nos encontramos con la deslumbrante situación en la que perecemos sin llegar a comprendernos. Pero no siempre acabamos de ver los motivos que conducen a los demás a adoptar ciertas aptitudes o decisiones. También es verdad que no pocas veces tampoco está claro lo que nos ocurre con nosotros mismos. Entonces es cuando nos  descorazonamos. Y, si nos descuidamos nos lanzamos a extraer precipitadas conclusiones. Diciendo: “Si no lo entiendo es que no está bien” 

En cierta medida no parece mal que intentemos  valorar en algún sentido lo que hacemos; pero deberíamos comprender que vivir es no llegar a entenderse nunca del todo. Y si uno dice: “No te entiendo”, y con ello terminar la comunicación, sería razonable intentar comprender, que a veces es conveniente preservar una distancia. Sin embargo, tenemos que asimilar, que llegar a entenderse “del todo” no es lo mismo que “absoluto”.

Lo cierto es, que deberíamos razonar y  repetir de forma incesante y a través de nuestra mente, esto tan sencillo; “te acepto, intento comprenderte  y me intereso por ti” Así de esta forma, y si pudiéramos comunicarnos en esta forma, unos a otros, todos creceríamos individualmente, en la comprensión personal y sobre todo en la aceptación. 

No perdamos nunca de vista a las personas cercanas, e incluso  aquellas con las cuales no nos conectamos habitualmente, como pueden ser familiares o amigos. Tengamos en cuenta que en cierta forma llevamos en nuestras manos el deseo a quien apreciamos. Si así lo aceptamos, les entenderemos comunicando la fuerza de la compresión.

Ni que decir tiene, que muchos son personas que tienen dificultades para perdonar sus errores. Esto ocurre sobretodo en las “personas perfeccionistas” que no toleran la posibilidad de equivocarse o de errar. En estos casos es importante entender que somos humanos y que como todos, nos equivocamos y no por ello le valoremos menos.            

Todo esto es un efecto que no requiere dominarlo todo, captarlo todo; sí verlo  dominando la situación. Pero intentarlo sin fisuras llegando a un entendimiento y no tener dudas, ni incertidumbres. Tal situación no es apropiarse completamente del otro, solo se trata de apreciarlo, aunque no le tengamos enmarcado.

El entendimiento es una “potencia maravillosa”, que distingue, pero que “aísla y separa” y, por ello, no es un principio de unidad. Entenderse es necesario, aunque sí, lo complementa el afecto. Sin él, hay poco que hacer. Tampoco se trata de entregarse a la indiferencia de la comprensión.

Debemos de considerar que el interés por llegar al otro, por vincular el aprecio al conocimiento, por sintonizar, por latir y respirar conjuntamente no supone alejarnos de su existencia.

No entenderse del todo es también verse sorprendido por la vida que tanto nos atrae.


Las Apariencias



Un Audi en la puerta, subidas a esquiar o viajes al Caribe y los dividendos de la casa y las cuotas del colegio impagas. Aunque algunos consideren esta realidad como inexistente, varias personas viven en la clásica bicicleta bancaria tratando de mantener un estándar de vida que no es acorde a sus ingresos. El trasfondo: la inseguridad que da paso a una vida basada en las apariencias.

El fenómeno no sólo se remite a las pertenencias materiales, sino que también se hace visible en las relaciones humanas que se establecen con el entorno, donde el verdadero ser es ocultado por una personalidad maquillada. Una de las explicaciones para entender esta actitud se debe a la imperiosa necesidad de “ser aceptado, amado y sentir que uno es importante para los demás”, postula la psicóloga Paulina Alfaro.

Ante esta necesidad surgirían máscaras o personajes que encubren la verdadera personalidad de un individuo. “Desde pequeños descubrimos que no todo lo que uno dice o hace es aceptado por nuestros padres, hermanos, amigos. Entonces, comenzamos a desarrollar una serie de mecanismos de supervivencia para mantener esa respuesta amorosa y afectiva de nuestro entorno”.

Sin embargo, esta respuesta adaptativa al medio en una etapa adulta se puede volver neurótica, porque la persona empieza a identificarse con esa imagen ficticia que ha construido.

Es decir, “ya no es una respuesta de supervivencia sino de sobreadaptación y comienzas a actuar preocupada por tener esa aprobación de los demás y te olvidas de ti misma”, agrega la psicóloga transpersonal. Este descuido implica que no hay un interés por identificar las propias necesidades, los objetivos de vida, las cosas o situaciones con que se disfruta, los intereses y capacidades que hacen que cada persona sea única e irrepetible. La emoción que se esconde, según Paulina Alfaro, es el miedo a ser rechazado y perder aceptación, cariño. “Lo que pasa es que somos seres sociales y que vivimos en constante interacción con los demás, pero hay veces que nos quedamos atrapados en esa máscara y respondemos automáticamente sin mayor cuestionamiento por ese terror al abandono”.

Fin a la hipocresía Para Lucía Godoy, psicóloga y académica de la Universidad Andrés Bello el tema pasa por ser falso e hipócrita. “Son personas que no han desarrollado todos los aspectos de su ser y necesitan aparentar situaciones emocionales, económicas o relaciones de familia que ya no tienen o nunca han tenido para parecer que están bien, pero no tienen conciencia de sí mismas, no han desarrollado su autoestima y dependen emocionalmente de la opinión de terceras personas”.

Mantener ese estatus, imagen de perfección y prestigio no es fácil ni menos cuando dista de la realidad, pero es tal el esfuerzo que se hace por vivir de una apariencia, que tarde o temprano termina por estallar, la verdad se asoma y la persona se libera. “La presión social efectivamente existe, pero no todos respondemos aparentando lo que no somos.

El tema está en aprender y aceptar sanamente que puede haber un alto porcentaje que no apruebe lo que digo o cómo vivo, pero eso no significa que el valor de mi persona esté en juego”, enfatiza Alfaro. En otras palabras, las personas que viven honestamente son las que saben que son queridas por lo que son y no por lo que tienen o representan. 

En ese momento el miedo al rechazo pasaría a ser parte de la experiencia humana, ya que se toma conciencia que resulta imposible controlar las respuestas de los demás. En ese mismo sentido, resulta determinante desarrollar las posibilidades de inteligencia, autoestima, autovaloración y conocer el sentido más profundo de la vida. “La idea es quitarse el peso de encima y salir de este círculo vicioso. Al hacerlo la persona entiende que es mucho más agradable vivir de una manera más auténtica y conectada con sus potenciales que vivir en la superficialidad”, agrega Lucía Godoy.


Además, será determinante en este proceso descubrirse las aptitudes, los defectos, “lo que me gusta de mí y lo que no tanto y aceptarlas como parte mía y construir una autoestima, una certeza interna que le dará coherencia y consistencia a lo que soy para desde ahí relacionarme con la sociedad”, aconseja la psicóloga Paulina Alfaro.

Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2011/11/11/736109/Vivir-de-las-apariencias-una-opcion-que-termina-siempre-por-explotar.html


Nuestros Recursos

Puedes clasificar tus recursos personales separándolos en dos grupos: Recursos Internos y Recursos Externos. Esta clasificación proporciona una forma más inteligente para medir tu riqueza. Y no sólo para medirla, también para crearla.


Recursos Internos y Externos
“La habilidad es la riqueza de un hombre pobre.” – John Wooden

“Es el corazón lo que hace a un hombre rico. Un hombre es rico o pobre por lo que es, no por lo que tiene”. – Henry Ward Beecher

Puedes clasificar tus recursos personales separándolos en dos grupos: Recursos Internos y Recursos Externos. Esta clasificación proporciona una forma más inteligente para medir tu riqueza. Y no sólo para medirla, también para crearla.


Recursos Internos y Externos

“La habilidad es la riqueza de un hombre pobre.” – John Wooden

“Es el corazón lo que hace a un hombre rico. Un hombre es rico o pobre por lo que es, no por lo que tiene”. – Henry Ward Beecher

Los recursos “internos” de una persona son sus hábitos, habilidades y conocimientos. Por ejemplo: creatividad, valentía, tenacidad, perseverancia, consciencia de sí misma, habilidades técnicas/profesionales/artísticas, conocimientos, auto-estima, etc.
Los recursos “externos” son cosas que por consenso social una persona puede llamar “de su propiedad”: dinero, relaciones personales (no las personas en sí), herramientas, muebles, inmuebles, vehículos, etc.
Una de las diferencias más importantes entre estos dos tipos de recursos es lo que sucede cuando los usas o “gastas”. Los recursos externos disminuyen con el uso. Tu casa y tu vehículo se deterioran con el uso. Tu cuenta bancaria disminuye con cada cheque. En cambio, tus recursos internos aumentan con el uso. Mientras más practicas una habilidad, te vuelves más hábil. Mientras más usas tu creatividad, te vuelves más creativo/a.
Al comprender estas diferencias y tenerlas presentes, puedes comenzar a explorar diferentes formas de “invertir” esos recursos:


La Luz Propia


Tener luz propia es disfrutar de una buena autoestima y  enorgullecernos de lo que somos. Aspirar con fuerza la realidad que nos envuelve y, además, saber dar felicidad a los demás.

Al fin y al cabo, la vida no es tan complicada, si dejamos de “apegarnos” a los materialismos, a los egoísmos y evitamos a su vez depender en exceso de otras personas, seremos más libres y auténticos para vivir en plenitud.

Ahora bien… ¿Qué entendemos por estar en “la oscuridad”? Hay quien se pasa media vida encerrado en esa dimensión donde las envidias, los rencores y resentimientos hacia los demás nos demuestran que no saben ser felices.

Y debemos ir con cuidado porque, en ocasiones, las personas oscuras pueden ir apagando luces. Reflexionemos hoy sobre ello.

La importancia de tener luz propia
Nadie debe darte su luz, las personas tenemos que aprender a cultivar nuestras propias luces, resolviendo esas posibles oscuridades que la vida nos trae de vez en cuando.

Para llegar a tener luz propia es necesario haber asumido e integrado todos estos aspectos:
Aprender que somos personas únicas y auténticas. Todo lo que eres y lo que has conseguido te identifica y debe enorgullecerte.

Los errores o fracasos del ayer no son oscuridades que esconder o de las que avergonzarnos. Son experiencias vividas que dan riqueza a nuestro ciclo vital. Son hechos de los que hemos aprendido y que hemos asumido.

Tener luz significa también saber cultivar la reciprocidad. Nos conocemos a nosotros mismos y somos empáticos con los demás, entendemos sus pesares y nos alegramos de sus alegrías. Y nunca dudamos a la hora de ayudar, de atender a quienes nos necesitan porque ello forma parte de nuestra identidad y nos enriquece.

La vida es felicidad y la felicidad es, ante todo, alegría. No hay arma más poderosa que el sentido del humor: alegra corazones y desmonta a aquellas personas que traen la oscuridad.

Suele decirse que solo las personas inteligentes son capaces de disfrutar de un buen sentido del humor. Así que aplícalo en tu día a día y relativiza tensiones, ilumina tu vida con la risa y vence a quienes desean apagar tu luz.

En conclusión, hemos de aceptar que en esta vida vamos a conocer y vamos a tener que rodearnos de personas muy complejas. No podemos cambiarlas ni obligarlas a ver el mundo desde el mismo punto de vista que nosotros.

Hemos de respetar, aceptar y cuidar de nosotros mismos para evitar que nos afecten. Mientras contemos con esas personas especiales y auténticas de nuestro círculo personal más cercano, nadie apagará esa luz propia.


Compartamos


Compartir es el acto de participación recíproca en algo, ya sea material o inmaterial. Lleva implícito el valor de dar (la generosidad) y de recibir, aceptar o acoger lo que otra persona ofrece. 

Cuando estamos recién nacidos, vivimos fundamentalmente de lo que recibimos; a medida que crecemos, nos vamos dando cuenta de que saber vivir, significa que en la medida que se da, se recibe. Al compartir se produce una ruptura con el egoísmo de aquella persona que se cree autosuficiente. También se produce ruptura con la subestima de aquella que piensa que no tiene nada que dar ni ofrecer.

El ser humano tiene mucho que compartir a lo largo de su vida: bienes materiales, ideas, proyectos, actividades, sentimientos, experiencias, sufrimientos, dificultades, dinero, entre otros. Para una persona es importante recordar que para poder recibir es fundamental dar. Sobretodo dar desinteresadamente, con el propósito de propiciar las condiciones que permitan crear prosperidad, 
bienestar y abundancia, para así ayudar a construir un modo de vida que le haga feliz a ella y a todos.

Se puede decir y concluir que compartir es dar y saber recibir, ofrecer y aceptar a las personas, manifestar y comprender ideas y sentimientos, cooperar en actividades y admitir cooperación, ser solidarios con todas las personas, sin prejuicios; y sentirse corresponsable de la paz y del bienestar de todas las personas.

Desde siempre los seres humanos tendemos a compartir con amigos y conocidos, nuestros pensamientos, sentimientos y las distintas formas de percibir la realidad. Hoy, a través de las redes sociales, las personas intercambian información constantemente. Por esa razón cabe preguntarse por qué a veces nos cuesta compartir el conocimiento.

Esto viene desde la escuela. Es común ver como muchos niños tapan su hoja de ejercicios para evitar que sus compañeros le copien. 

Desde ese momento crecemos con la falsa ilusión de que acaparar el conocimiento nos da más poder. Será que compartir lo que uno sabe podría quitarle a las personas poder ante su entorno. 

Será que retener el conocimiento y no compartirlo nos da el poder que necesitamos para enfrentar la realidad. Las respuestas a estas interrogantes son diversas pero lo importante es comprender por qué es importante compartir lo que sabemos y no reservarlo únicamente para nosotros.

El conocimiento es el único recurso que no se extingue con el uso. Su reproducción es ilimitada, a diferencia de otros recursos que, al utilizarlos, se agotan en lugar de multiplicarse. Además, el conocimiento que se comparte se refuerza en la persona que lo posee.


miércoles, 30 de octubre de 2019

Transitar El Presente


Quien está presente, afina su intuición y sabe distinguir lo verdadero de lo que no es. Aquel que disfruta cada momento es más feliz y se arrepiente menos, pues entiende que equivocarse es parte del aprendizaje.

Ayer es historia, mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo, por eso lo llamamos presente”. Esta frase que le dice el maestro tortuga Oogway a Kung Fu Panda, no es sólo para una película de niños. Aunque de autor desconocido, reúne en sí misma una verdad que siempre han enseñado los grandes maestros y que también han recogido autores modernos.

Uno de los más conocidos es el alemán Eckhart Tolle, quien a través de su libro “El poder del ahora”, explica cómo el origen del sufrimiento humano se basa en la actividad incesante de la mente. Esta insiste en mantenernos ocupados con hechos pasados o angustiados por la incertidumbre del futuro. 

Atrapados en este mundo de ideas, somos incapaces de atrapar (y disfrutar) el momento.

Conocido es el significado de pre-ocuparse, es decir “ocuparse antes de tiempo”. Qué falta de sentido perder momentos vitales cuando sabemos que llegado el minuto, sí tendremos que ocuparnos y resolver de alguna forma las dificultades que se presenten.

Don Miguel Ruiz en su libro “Los cuatro acuerdos”, habla del “metote”, el ruido que se produce en la mente, que unido a los condicionamientos y el deber ser, terminan por confundir al ser humano y sumergirlo en un estado de angustia que lo aleja de la felicidad.

Orwell en 1984 reconoce algo de esta especie de esquizofrenia de la mente cuando se refiere al “doble pensar”, esa habilidad del ser humano para poner una etiqueta en la mente y hacerla funcionar paralelamente con otro pensamiento. ¿En cuántas cosas puedes pensar al mismo tiempo? ¿Cuánta energía demanda? Mucha.

Estar presente es sólo ser.“Cuando te lavas los dientes, estás con tus dientes; cuando te duchas, estás contigo bajo el agua; si te duele algo, aceptas ese dolor, lo haces tuyo y lo aceptas…hasta que desaparece”.

En ese entonces, creí comprender algo de eso. Me lavaba los dientes con cuidado, tratando de ser mis dientes y me duchaba de la misma manera… pero han pasado muchos años antes de entender algo el significado profundo de esa enseñanza.

Quien está presente, afina su intuición y sabe distinguir lo verdadero de lo que no es. Aquel que disfruta cada momento es más feliz y se arrepiente menos, pues entiende que equivocarse es parte del aprendizaje. Estar presente es emocionarse con un abrazo, con el canto de un pájaro o la sencillez de la lluvia.

Dicen que la presencia permite envejecer más lentamente. Tolle explica que al identificarnos con el ser nos alejamos de los efectos que el tiempo tiene en el cuerpo físico. 

Estar presente nos vuelve más livianos y nos identifica con una frecuencia vibratoria menos densa que nos aleja de los problemas de la materialidad. Pero lo más importante, permite vivir cada momento –sin juicio ni calificación- y abrir una puerta a lo que cada uno es en realidad.


Ser Y Estar


Si no estamos presentes no podemos ser aquello que decimos. Y a veces hay quienes están físicamente, pero no están. Están, a la vez, presentes y ausentes. Si nuestra presencia, en cambio, está llena con nuestro ser, entonces sí lograremos aportar a diferencia. Con reconocer al semejante, creo, no alcanza. Hace falta el atributo más importante de todos. Y a la vez, uno de los más difíciles de lograr. Hace falta estar presentes. Estar ahí, sí. Pero también estar presentes en el sentido de ofrendar. Ser, para el otro, un presente. Regalar nuestra disposición amorosa.

Alguien que ofrenda dispone en un tiempo y un espacio para hacer con el otro. Sin acción, creo, no hay presencia genuina. El que está presente pone vocación y se ofrece en su estar y en su hacer. Si lo que quieres es ofrendar, trata de que nunca te dé lo mismo estar allí que en otra parte.

Que no te sea indiferente el hecho de que tus acciones en ese presente tenga algún efecto en los demás.

Asegura que el efecto de tu presencia sea positivo. No seas un obstáculo, sino un regalo. Asegúrate de que tu presencia sirva. No alcanza con decir presente, debes verificar con tu conciencia si te encuentras ahí voluntariamente o si te han llevado.

Son, me parece, dos maneras casi opuestas de estar presentes. Podemos presentarnos ante el reclamo y la demanda de alguien, o bien hacerlo en términos proactivos, voluntarios.

Es decir: ¿Nos llaman y vamos? ¿O estamos dispuestos a acudir antes de que nos convoquen?

Son dos maneras de ser que cambian radicalmente nuestro hacer. La primera es por arrastre, y sólo surge cuando nos llaman la atención. La segunda es diferente, y a esto aspiramos, si es que buscamos un pleno desarrollo de lo humano. Vayamos al frente. Estemos presentes y disponibles para los que lo necesitan. Pongamos el cuerpo y el espíritu.

Por supuesto que nos haremos daño el uno al otro. Pero esta es la condición misma de la existencia. Para llegar a ser primavera, significa aceptar el riesgo de invierno. Para llegar a ser presencia, significa aceptar el riesgo de la ausencia.


Manipulados


Verosímil es aquello que tiene apariencia de verdadero, que resulta creíble para quien lo observa. Esto no implica que se trate de una situación real, sino que es transmitida en un contexto determinado, respetando una serie de reglas y manteniendo un nivel aceptable de coherencia entre los diferentes elementos que la constituyen.

Se considerará a algo como verosímil cuando tenga apariencia de verdadero, por tanto, es que algo verosímil resulta creíble ya que no da lugar a la falsedad.

Lo verosímil podrá ser real o no pero sí tiene aspecto de serlo y ello lo hace creíble, posible.
Cuando se sucede algún suceso policial sobre el cual no hay muchos datos ni testigos, sino una sola persona que lo presenció, las autoridades policiales lo escucharán y entonces si sus dichos se ajustan a lo posible, admisible, de acuerdo al escenario y a las pericias, podrán entonces tomar a ese testimonio como verosímil para seguir la pesquisa y encontrar la verdad del hecho.

Aunque ojo, algo que es verosímil no es imposible que pueda ser falso en algunos casos, de todos modos, al ser considerado como verosímil terminará por coincidir con el contexto en el cual recibió esa calificación.
“No sé si lo que Juan contó sucedió realmente, de todas maneras sonaba bastante verosímil.”

Mientras que la corriente principal de la filosofía moral moderna da por supuesto que la situación típica en los juicios morales debiera ser la de certeza, la filosofía moral de Aristóteles está dominada por la idea de verosimilitud. Su concepto central, el de virtud, está doblemente penetrado por aquella idea, tanto en su aspecto psicológico como en el epistemológico: no sabemos con certeza, sino sólo con probabilidad, en qué consiste por ejemplo la acción generosa en general ni tampoco en el caso concreto. Sin embargo, la verosimilitud es una base suficiente para la práctica.

Con demasiada frecuencia la frontera entre real y verosímil es difusa; lo es porque con "verosimilitud" es posible explicar y justificar actitudes, modelos, ideas o motivaciones mejor con los hechos mismos. Así, la "realidad" pasa a un segundo plano, incluso se vuelve irrelevante, ante el irresistible peso de algo que "bien pudo ser de esta manera".


Un ejemplo de lo que digo es la famosa frase de Galileo, "Eppur si muove", apócrifa según la mayoría de las fuentes, pero coherente con el contexto en el que se supone que fue pronunciada y con la personalidad del personaje.

Pero cuando el recurso de la "verosimilitud" llega demasiado lejos la frontera con la manipulación también se vuelve difusa. Y la tentación de suplantar lo real y poner en su lugar lo verosímil para favorecer determinados intereses, se convierte en una peligrosa y lamentable costumbre. Sobre todo cuando hay intereses importantes que defender. La historia está llena de ejemplos.

Y en nuestros días ésta es mucho más fácil con ayuda de la fotografía y la informática (a nadie se le escapa que el uso de herramientas de retoque fotográfico está al alcance casi de cualquiera) y su impacto mucho mayor gracias a las medios de comunicación y, sobre todo, internet.


Asumir Nuestra Cuota Parte


Le estás dando demasiadas vueltas. Te estás rayando. El problema se hace más y más grande en tu cabeza, y lo estás pasando mal. Puede que no sea para tanto, puede que sí. Puede que sólo haya sido una mala decisión, un mal día, un mal momento.

Si has tenido un mal día, y parece que todo te sale mal. Si te da por el pesimismo y tienes esa tristeza tonta que te ata nudos en la garganta. Si te quedas mirando al techo en tu habitación, dando vueltas en la cama, mirando la lluvia por la ventana, sorbiéndote las lágrimas. Es el momento, en serio, llámame.

Si simplemente no quieres quedarte en casa, si te apetece caminar, charlar, disfrutar del sol tumbados en el césped o de un día de lluvia con un chocolate entre las manos. Cuenta conmigo, 
yo te acompaño. Entiéndeme, no te estoy haciendo un favor. No me cuesta nada, me apetece. Vamos a planear una tarde improvisada, pero cuenta conmigo. No te quedes en casa.

Si tienes un problema, si algo te preocupa y ese sentimiento se ha quedado aferrado en tu pecho. Pues vente, puedes contármelo, podemos buscar soluciones, pedir consejos o simplemente dejar que te desahogues. Podemos inventarnos insultos nuevos para quien haga falta, planear asesinatos fallidos, o brindar por todas las personas que hacen nuestra vida más complicada. O puedes no contármelo, y sencillamente vamos a hacer que lo olvides durante todas las horas que necesites un descanso. Hay tantos y tantos temas de los que podemos hablar que te juro que el silencio no va a ser un problema. Yo tengo cuerda.

Si te sientes solo, cuenta conmigo. Si necesitas alguien en quien confiar, alguien con quien reír o un hombro en el que llorar. Si necesitas compañía, alguien que te endulce el día, yo me hago con toneladas de azúcar para el café. Que no estás sólo. Que eres alguien importante, eres alguien esencial, especial, alguien sencillamente increíble. 

No tienes ni idea lo complicado que es encontrar a alguien como tú. Que estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites. Que de todo se sale y es mucho más fácil si alguien te toma de la mano. 

Que tú puedes, tú puedes con todo, no se trata de debilidad, se trata de hacerlo más fácil. Porque puedes recorrer tú sólo todo el camino pero, ¿sabes qué? Me encantaría recorrerlo contigo. Porque, no lo olvides, puedes contar conmigo. Siempre.

https://compartiendomacarrones.com


Así Somos


Imagina una vida sin sentimientos. ¿Sería posible disfrutar de algo? Funcionamos con un cuerpo físico, mental, emocional y espiritual. Si consideramos la palabra 'sentimiento' y la aplicamos a estos niveles de conciencia podremos examinar a lo que nos conducirá. ¿Cómo sería experimentar la vida en un cuerpo carente de la capacidad de sentir a nivel físico? Estaríamos entumecidos, insensibles al tacto, el placer o el dolor. ¿Sería posible mantenernos en contacto con lo que somos sin la capacidad de sentir a un nivel mental, emocional o espiritual? 

Nuestros sentimientos son la esencia de quienes somos. Alimentan la energía que constantemente reinventamos a lo largo de nuestras vidas. Nuestros sentimientos nos mantienen informados de nuestro estado de ánimo; le imprimen expresión a nuestras vidas. Los sentimientos nos motivan o nos deprimen. Son el núcleo de nuestros problemas y nos impulsar a la acción, positiva o negativa. Nosotros somos nuestros sentimientos en todas las etapas de nuestras vidas. Nos informan cómo estamos: optimistas, esperanzados, deprimidos o tristes. Le dan valor y sentido a nuestra existencia, a nuestras relaciones, a nuestros sueños y aspiraciones. 

Por eso es tan importante identificar los sentimientos involucrados con nuestras vidas. En nuestros problemas están nuestras oportunidades para cambiar. Después de haber identificado el problema la pregunta que sigue es: "¿Cómo me hace sentir esto? ¿Cuál es el sentimiento asociado al problema, y dónde lo puedo 'sentir' en mi cuerpo? " 

El resultado es cambiar la resonancia asociada a la sensación. No sólo somos nuestros sentimientos cuando los experimentamos, por eso tenemos que entender nuestros sentimientos y su origen. 

Podemos escapar de nuestros sentimientos, hasta cierto punto. Pasa todo el tiempo. Se le conoce como negación. En un proceso de duelo por la pérdida causada por la muerte de alguien querido o el final de una relación, podemos tratar de bloquear los sentimientos asociados con el evento, bloquear el flujo de energía de los sentimientos desde el núcleo interno de la conciencia mental. Algunas formas de represión pueden ser muy agobiantes. Esto puede suceder cuando el dolor, la tristeza y fuerzas similares nos empujan hasta el borde de nuestra capacidad para aceptar el dolor y la pérdida. 

El ser experimenta todo esto en el centro de nuestra naturaleza emocional. Los sentimientos deben ser identificados, aceptados y sentidos antes de que puedan ser tratados. Identificar su naturaleza y lo que están tratando de decirnos es esencial para entender el estado actual de ser. El conocimiento informado de nuestros sentimientos es esencial para que mantengamos buenas relaciones. 

Los sentimientos son la información sobre quién y qué somos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos en nuestra evolución personal, o lo que nos está limitando para seguir adelante con nuestras vidas. Reciclar los viejos sentimientos nos mantiene atrapados en nuestras vidas y son una manera de permanecer en lo que nos es familiar y nos limita. Reconocer nuestros sentimientos y cambiar la resonancia con ellos es lo que nos impulsa al crecimiento. Aceptar nuestros sentimientos y trabajar nuestros patrones inconscientes asociados a esos sentimientos nos permite liberarnos de su control sobre la psique y responder a su necesidad de ser identificados y expresados. Sólo los podemos liberar después de haberlos aceptado y expresado en un ambiente seguro. 

Nos validamos a nosotros y a los demás al escuchar y comprender los sentimientos expresados. En nuestra comunicación con los demás reconocer un sentimiento puede verificar: "Tú eres importante. Tú eres valioso. Eres digno de ser escuchado". Durante cualquier diferencia de opinión o discusión, una manera de liberar la energía negativa es dejar claro lo que fue el incidente, libre de juicios, y luego decir "esto es lo que yo siento" o "así es como me hizo sentir". De este modo sólo afirmamos los hechos y los sentimientos asociados. Cuando nos sentimos escuchados nos sentimos validados y podemos llegar a algún tipo de conclusión y sentir paz. 

Los sentimientos son transitorios, a veces nos sentimos atrapados por ellos, pero a menudo pasamos de un sentimiento a otro. Esa es la naturaleza de lo que somos. Reconocer nuestros sentimientos es importante. Por eso, en una sesión el hacer la pregunta "¿y cómo te hace sentir?" crea una posibilidad inesperada para que la persona identifique y reconozca la sensación consciente por primera vez. 

Como seres emocionales, somos sensibles a ser acariciados o golpeados. Debemos celebrar lo que sentimos, aunque sea dolor, porque ese sentimiento fluirá en nosotros. Una vez que sea reconocido sabremos que podemos sobrevivir y seguir adelante con nuestras vidas hacia una mayor coherencia.

martes, 29 de octubre de 2019

Compartir El Placer


Se puede entender al placer como aquello positivo que se siente al satisfacer una necesidad o conseguir un objetivo. Existen, por lo tanto, múltiples fuentes de placer de acuerdo al contexto. 

Aquello que provoca placer se conoce como placentero.

Las relaciones sexuales, en este sentido, pueden calificarse como placenteras. Las personas suelen disfrutar al estimular sus órganos genitales, por lo que el sexo provoca placer físico.

Dentro de este tipo de placer, el sexual, hay que tener en cuenta que no sólo se alcanza con la estimulación de los genitales sino también con la excitación provocada al acariciar otras partes del cuerpo. Esas zonas que, de igual modo, provocan placer son conocidas como zonas erógenas y entre ellas se encuentran el cuello, el pecho, los lóbulos de las orejas…

Asimismo no hay que olvidarse que cada persona encuentra ese placer sexual en distintas posturas, con diferentes fantasías e incluso con variadas experiencias. Ejemplos de esto son quienes se excitan llevando a cabo acciones de sadomasoquismo, los que necesitan vestir o que su pareja lleve determinadas prendas…

Lo que está claro, como así lo demuestran distintos estudios, es que experimentar el placer sexual ayuda a mejorar el sueño, a ponerle fin al estrés o a contar con mayor autoestima.

La ingesta de una comida que nos gusta también puede considerarse como un placer. Cuando el alimento ingresa al paladar, e incluso antes a través de la vista y el olfato, podemos sentir algo agradable que surge de los sabores y aromas.

Otros placeres no son físicos, sino que resultan más bien simbólicos. Tener un hobby como coleccionar sellos postales; jugar a un videojuego; leer un libro; dibujar; o escuchar música son algunas actividades que pueden producir placer.

Cuando una persona persigue el placer como principal finalidad de su existencia, se dirá que es hedonista. El hedonismo es la doctrina que siguen aquellos que viven para maximizar los placeres y minimizar el dolor. Hay que destacar, sin embargo, que ciertas posiciones morales consideran que el hedonista es egoísta porque no piensa en los problemas del prójimo, sino que sólo privilegia su placer.

El placer físico es una sensación correspondiente a una situación positiva –operación, función, evento, estado– del organismo viviente. Se lo puede mencionar también con verbos como gustar, gozar, sentir agrado, disfrutar, etc. El placer no existe aisladamente, sino que está unido a una situación vital buena percibida con una connotación sensible positiva. Por ejemplo, una persona puede sentirse bien o a gusto mientras pasea, come, hace deporte o descansa. Lo que gusta –el objeto del placer– se dice gustoso, agradable, deleitable. La sensación contraria es el disgusto o desagrado, que en su caso extremo es dolorosa, por lo que de ordinario placer y dolor se ven como sensaciones físicas opuestas.

Agrado, gusto, placer, complacencia, son términos con significados analógicos, es decir, indican algo común pero con connotaciones diversas. Pueden usarse de modos variados en distintas circunstancias, no sólo físicas, sino también psicológicas, espirituales, intelectuales, etc., como cuando decimos "encuentro agradable esta novela", "me gusta estudiar matemáticas". Términos cercanos a placer, aunque con matices semánticos peculiares, son: deleite, gusto, complacencia, gozo, delicia, agrado, disfrute, alegría, dicha, felicidad, beatitud, gratificación, satisfacción, contento, bienestar, sentirse bien, sentirse cómodo. 

Algunas de estas situaciones no son sensaciones, sino emociones, estados anímicos o psicosomáticos, o situaciones de la voluntad. Podríamos llamarlas en general sensaciones afectivas positivas, así como las negativas son el dolor, el malestar, el sufrimiento, el cansancio, el aburrimiento, el disgusto y tantas otras.

En términos generales, la complacencia es el sentimiento generado por la posesión de un bien. En consecuencia, el placer físico es la sensación que surge con el bien del organismo como un todo o en sus partes, cuando está en reposo o cuando actúa. Es la vivencia o sensación del viviente cuando "se encuentra bien" o cuando realiza bien sus operaciones naturales, o las que se le han hecho connaturales por habituación. Por eso, si alguien realiza con dificultad unas tareas (p. ej., habla mal un idioma), encuentra cierto malestar ("le cuesta"), y en cambio lo hace con gusto cuando las ejecuta bien porque ya las ha aprendido.

La realización de funciones naturales biológicas, por tanto –alimentación, respiración, destreza muscular, locomoción–, o la práctica de hábitos adquiridos positivos –bailar, jugar–, siendo signo de salud corporal o psíquica, se presentan a la sensibilidad como placenteras, mientras que la enfermedad o la inhabilidad hacen sufrir. El mismo placer físico tiene un sentido analógico variado: una cosa es el placer del gusto alimenticio, otra el placer genital de tipo somático, otra el placer olfativo de un perfume, etc., así como se dan también placeres más espirituales, cuando vemos o escuchamos cosas bellas, que nos da gusto contemplar u oír.

El deleite puede relacionarse así con la belleza, pues esta última consiste en la condición armoniosa de algo visto u oído que es agradable ver o escuchar. Lo bello en su sentido originario tiene que ver con lo placentero en los sentidos que captan armonías, cosa que puede hacer sólo el hombre, ya que sus sentidos están animados por la inteligencia. Al animal puede gustarle ver algo en relación con sus instintos vitales, pero no porque contemple una armonía. 

Al gusto contemplativo lo llamamos estético.

Placer, salud y belleza se acompañan mutuamente. El cuerpo sano goza de una belleza especial derivada de lo armonioso o bien ordenado de la vida. Aunque estas características puedan separarse por circunstancias especiales, de suyo están relacionadas intrínsecamente.
Un placer nocivo, que daña a la salud, al final acaba por causar sufrimiento y afea el cuerpo, pues el cuerpo enfermo pierde belleza.

Estas nociones no deben entenderse como aplicadas al cuerpo en un sentido sólo fisiológico, sino también en cuanto el organismo humano está informado por dimensiones más altas de tipo psicológico, espiritual y personal ("cuerpo personal") (Sanguineti 2007b). Aunque comer, por ejemplo, sea fisiológicamente placentero, lo es en un sentido más alto cuando comemos en un contexto social y antropológico adecuado, como personas y no como animales. Por eso repugna ver que alguien coma sin buen gusto o de modo inmoral, y así diremos que cierto placer fisiológico "se envilece" si no es incorporado a las dimensiones de la persona: amor a los demás, sociabilidad, justicia, inteligencia. La persona humana tiene estratos jerárquicos y esto afecta a los sentidos analógicos de los conceptos de placer, salud y belleza.

Un concepto relacionado con los anteriores es la limpieza, contrapuesta a la suciedad. En un sentido primario, limpio –también higiénico y saludable– es el cuerpo orgánico, y por derivación se dicen "limpias" las cosas, los alimentos, el ambiente y el vestido. La suciedad es el desorden nacido de una mezcla de cosas que se adhieren al cuerpo y le resultan antiestéticos o nocivos (residuos, substancias extrañas). La falta de limpieza es desagradable, insalubre e impide realizar bien el trabajo. Como el hombre no puede vivir sólo con su naturaleza, sino que a ésta le añade la cultura, son limpias especialmente las cosas artificiales que perfeccionan el obrar humano y crean el ambiente típicamente humano: casas, instrumentos, vestidos, transportes, etc. La limpieza y la higiene aseguran una buena relación –bella, saludable y placentera– entre el cuerpo humano y su ambiente.

El "cuerpo personal" preserva su salud/belleza no sólo cuando ejercita bien sus actividades naturales o cuando es alimentado, sino cuando vive en un ambiente adecuado (dimensión ecológica), lo que incluye el vestido (cuerpo vestido) y la limpieza (cuerpo limpio). Por esto, por ejemplo, aunque el cuerpo humano desnudo tenga una belleza fisiológica propia, en el ambiente ordinario de trabajo, convivencia social o familia, un individuo desnudo resulta feo y desagradable, pues reduce su presentación ante los demás a su pura naturaleza fisiológica.

El placer no indica una perfección inmanente cerrada o puramente "subjetiva". Muchos placeres se comparten y el gusto está precisamente en compartirlos. Cuando hay relaciones personales de amor, quien ama intenta no sólo ayudar al amado, sino que se goza en complacerle, en darle gusto, al unirse a su voluntad con amor benevolente. Los amigos se complacen mutuamente y así se ve cómo el placer espiritual –gozo– tiene una dimensión trascendente.