Cuando queremos decir algo
por el simple hecho de expresarnos sin dejarnos influenciar por ninguna
responsabilidad latente, nada de retórica ni de marcar rumbos, soltarle las
riendas a nuestro pensamiento dejándole deslizar a su antojo todas las
alternativas posibles en su periódica incursión en los dominios de la memoria y
sus atesorados recuerdos.
No nos motiva nada en
particular ni pretendemos incursionar en
zonas de secretos ni confidencias, nada que preguntarle al pasado ni tampoco
pretender explicaciones sobre lo que pudo ocurrir, lo que no ha sido permanece
inalterable en los caminos sin retorno, de manera que digamos lo que digamos
será un decir sin los esperables por qué ni con la pretensión de indicar
probables intenciones.
Pensar, dejarnos llevar
por el devenir, abrir de par en par los vetustos ventanales que iluminan
nuestra mente dejando que el viento fresco de lo cotidiano nos provea del
oxígeno renovado que solo es inhalable en los amplios confines de la
espontaneidad.
Sabemos que hay mucho por
hacer, que es necesario emitir una opinión, que el silencio suele confundirse
con la complicidad, pero también somos conscientes que todo aquello que se posterga
ingresa en los confines de lo pendiente y que es potencialmente un campo fértil
donde todos y cada uno podemos y debemos incursionar.
Hugo W Arostegui
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