viernes, 24 de febrero de 2017

El Despilfarro


Verbo activo transitivo. Este término se refiere en derrochar, malgastar o desperdiciar los bienes o del patrimonio propio o también que no le pertenece o ajeno y los que tiene en su encargo, custodia o de cuidado, ya sea una hacienda o del capital.

El dinero forma parte de nuestro estilo de vida, de hecho, el trabajo es un medio de estabilidad económica al ganar un sueldo mensual con el que hacer frente a los gastos necesarios y también, a los derivados de los planes de ocio.

El ahorro también es un valor que muestra la importancia de planificar para el futuro.

El ahorro permite poder dar respuesta a posibles gastos imprevistos de mañana que pueden ser urgentes. Existen acciones vinculadas con lo económico que son contrarias al ahorro: el despilfarro.

Aquella persona que despilfarra el dinero lo dilapida al no darle el valor que de verdad tiene. Es decir, la persona cae en la tendencia de gastar por gastar, sin valorar de verdad la utilidad de una compra y si de verdad necesita realizar ese gasto.

El despilfarro nunca remite a gastos importantes y necesarios, por ejemplo, no se considera de este modo el gasto que un paciente invierte en su tratamiento psicológico sino que es un despilfarro un gasto excesivo en una compra que es totalmente secundaria e innecesaria. El despilfarro puede tener consecuencias negativas a largo plazo como la ruina económica o la acumulación de deudas.

El despilfarro está acompañado de un estilo de vida caro, incluso, superficial, marcado por los derroches y el exceso.

El despilfarro resulta inútil, es decir, no aporta algo valioso a largo plazo (cuando este comportamiento es frecuente). No existe un criterio razonable en el gasto, ni una gestión moderada.

Conviene puntualizar que el concepto de despilfarro también puede utilizarse en otro contexto en relación con otro factor que también tiene una economía distinta: el tiempo. La economía del tiempo es una realidad en nuestra vida marcada por el principio y el final.

Una persona puede considerar un despilfarro de tiempo, las horas que dedica a un fin que no le llena lo suficiente o que le aleja de otro objetivo que es más importante.

En relación con el plano económico, lo mismo ocurre en este contexto que cuando la sensación de pérdida de tiempo se prolonga, queda un peso de vacío en el interior.

La prolongación de esta “sensación de vacío” es consecuencia de que sintamos que hemos comprometido un tiempo que no nos pertenece en el presente y sentirnos con la carga de una pesada hipoteca que nos insume un coste a futuro “en términos de tiempo” una deuda contraída que nunca sabremos con certeza si seremos capaces de pagar.

Hugo W Arostegui




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