Pero no
todo ha sido bombos y platillos. Los avances tecnológicos han distorsionado
nuestra percepción de la realidad. Esperamos, inconscientemente, conseguir todo
lo que queremos en cuestión de segundos, minutos, o, en el peor caso, horas.
Hemos desarrollado una cultura de la inmediatez que nos hace impacientes y
podría, en el largo plazo, hacernos incompetentes.
Así como
somos capaces de encontrar la ubicación de un restaurante en menos de cinco
segundos en un aplicativo móvil, esperamos también que los procesos humanos
complejos ocurran en un abrir y cerrar de ojos. Esperamos que la gente cambie
aspectos fundamentales de su personalidad de la noche a la mañana. Del mismo
modo, esperamos lograr lo extraordinario sin experimentar el crecimiento
personal, los estudios académicos y el desarrollo profesional necesarios para
tal fin. Del mismo modo, esperamos resolver problemas complejos con una sola
instrucción.
En los
negocios, muchas grandes empresas tienen la expectativa de lograr objetivos
estratégicos desafiantes rápidamente mediante la asignación de presupuestos
insuficientes y la ejecución de tácticas impracticables que ignoran la misma
realidad que tratan de conquistar y transformar.
En este sentido, muchas de las
empresas más renombradas del mundo todavía permanecen en funcionamiento debido
a la grandeza heredada de sus fundadores hace décadas, pero no por su
genialidad actual. Además, muchas de estas empresas, según revelan sus propios
estados financieros publicados, ganan más dinero en el mercado de valores que
mediante la venta de sus productos y servicios. La impaciencia y su tenebroso
aliado, la codicia, se han convertido, hoy más que nunca, en una fuerza muy
poderosa en nuestra sociedad; precisamente a causa de las herramientas que la
tecnología moderna ofrece al mundo de los negocios.
Esfuerzo,
paciencia, compromiso, servicio al cliente, investigación, al igual que muchas
otras labores que consumen tiempo, ya no son bien vistas. Cada vez más, la
gente quiere salir del paso con sus obligaciones sin involucrarse en lo
absoluto en lo que hacen. Un motor de búsqueda rápida, una simple hoja de
cálculo, un resumen ejecutivo y una aplicación móvil parecen ser todo lo que
las personas están dispuestas a usar. En otras palabras, la gente está
empezando a rechazar las virtudes que le dieron origen a la tecnología moderna.
Estamos en una encrucijada muy crítica como sociedad y debemos actuar con
rapidez para evitar dar un giro definitivo en la dirección equivocada.
Debemos recordar que la eficiencia tecnológica de hoy es el
resultado de siglos de exigente investigación y desafiante experimentación. El
Renacimiento, la Revolución Científica, la Revolución Industrial y la
Revolución Tecnológica están detrás de cada automóvil que conducimos, cada
avión que abordamos, cada aplicativo informático que utilizamos, cada selfie que tomamos y cada like que le damos a un post en
las redes sociales.
Cada vez
que enviamos un correo electrónico, por ejemplo, el mensaje llegará a su
destinatario en menos de un segundo. Sin embargo, a la humanidad le tomó al
menos cinco mil años de historia documentada en la búsqueda del conocimiento,
la ciencia y la tecnología para que podamos enviar dicho correo electrónico.
Los beneficios de la tecnología moderna son el resultado de la determinación
incansable, la reflexión sincera y la capacidad de observación detallada de
nuestros predecesores. Tomar conciencia de ello puede ayudarnos a ser más
agradecidos por vivir en esta época y motivarnos a utilizar la tecnología de
hoy de forma más inteligente y responsable.
Sería
inaceptable dejar que la impaciencia, la codicia y la vanidad dominen nuestra
cultura de hoy. No sólo sería esto una falta de respeto a nuestros antepasados,
también podría ser el camino para perder todo lo que hemos logrado como especie
con tanto esfuerzo.
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