Muy vinculado al honor, está la honestidad, como valor de auténtica honorabilidad,
y la dignidad, otro valor intrínseco a la condición humana, que dentro de la
racionalidad resalta el status personal.
No es casual, pues, que dedique estas líneas a reflexionar
sobre estos conceptos, que cada vez más a menudo escucho, en cualquier
comunicación pública o privada de más de dos personas.
Siempre estos conceptos han estado ligados a una
valoración, que la razón, individual o social, hace de las personas y los
hechos, hasta el punto de que un principio consuetudinario acuñado dice que “la honorabilidad se
presupone”, con lo cual hay que deducir que sólo se destruye,
como la buena fe, con la demostración de los hechos reprochables.
Y hago todas estas reflexiones por pura necesidad de
objetividad, que es lo que quiero conseguir, frente a tanta intoxicación de
mensajes, noticias, discursos y demás, que quieren distraernos de lo cierto, de
la verdad, ¡si es que existe!.
No en vano estamos en la época de la postverdad.
Y por eso ya no sé si atender a los hechos, contados por
unos y otros, a los relatos, que transcriben historias, a las opiniones
alejadas de toda lógica, o sencillamente abstraerme de todo porque
verdaderamente no me interesa. Para centrarme, eso sí, en el momento, en el
presente, olvidándome de los diseños que unos y otros, interesadamente,
difunden sobre nosotros.
Comparto, que no es fácil, que es bueno estar informado, y
curiosear la realidad, opinando de ella. Que el control social es la verdadera fuerza de
la democracia, y que como ciudadanos que decidimos, debemos
demandar, controlar y fiscalizar.
Sí, debemos exigir que aquellos valores que
como sociedad nos autoimponemos, se cumplan por todos.
Creo que aquí está la clave y la dificultad a su vez,
debemos exigir a todos nuestros representantes los mismos valores,
independientemente de la línea política de donde provengan, porque nuestros
valores universales, entre los que está la honorabilidad, son exigibles a
cualquier persona.
Evidentemente ningún hecho es ajeno a las pequeñas o grandes
luchas humanas, lo ideal, no siempre fácil, es ser capaz de aplicar la razón en la reflexión,
y concluir con la aseveración, o la duda, por nosotros mismos. Es preferible a
seguir los dictados.
De cualquier manera, los valores humanos de la
honorabilidad, la honestidad y la dignidad deberán formar parte de los
incondicionales que transmitamos a las futuras generaciones.
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