“La mentira y la tergiversación han sido empleadas por todos
los poderosos para conspirar en favor de sus intereses, creando campañas que
influyen en la opinión pública hasta el punto de cambiar sus actitudes y
valores”
Cronistas, artistas y políticos han puesto su talento al
servicio de imperios y Estados para fomentar el espíritu patriótico en los
pueblos e influir en sus emociones. Mediante la
propaganda, las naciones han ajustado la Historia a
sus propios intereses. Los
escritos de Julio César sobre su conquista de la Galia son un importante legado
de la literatura latina, pero también un buen ejemplo de texto propagandístico.
Redactó sus campañas bélicas en tercera persona, destacando los aspectos que
más favorecían a su figura y que mejor resaltaban la magnificencia del Imperio
Romano.
El primer documento histórico en que aparece la palabra
“propaganda” es de 1622, cuando el papa Gregorio XV estableció
la Sacra
Congregatio de Propaganda Fide (Sacra
Congregación para la Propagación de la Fe de la Iglesia
católica y romana). De esta forma se estableció una oficina
papal de propaganda para coordinar los esfuerzos de la contrarreforma contra el
luteranismo. Las naciones protestantes no se quedaron atrás.
A lo largo de la Historia, las naciones han buscado la
connivencia con los medios de comunicación para ocultar sus políticas más
vergonzantes. En 1898, el gobierno estadounidense envió a La Habana el
acorazado Maine con el objetivo de
intimidar a España, que rechazaba la propuesta de Washington de comprar Cuba y
Puerto Rico. A las 21:40 del 15 de febrero de ese año, el Maine saltó por los aires y
murieron unos 260 hombres, entre ellos dos oficiales. El resto de la
oficialidad se encontraba a esas horas disfrutando del baile que habían
organizado las autoridades españolas en su honor.
Como bien nos dice el refrán: “A buenos entendedores pocas
palabras bastan”
No hay comentarios:
Publicar un comentario