Lo que mueve al mundo
La pasión mueve al mundo y eso es innegable. Es fácil
distinguir a alguien que realmente vibra con su vida e imprime un entusiasmo
especial a sus palabras, acciones y al modo de relacionarse con el resto. Tener
pasión y propósito debiese ser nuestro principal objetivo para desenvolvernos
en este mundo, y aunque pueda parecer tremendamente difícil mantener un estado
de contemplación y positivismo frente a tantas realidades paralelas y
situaciones que nos rodean, siempre está la invitación a volver a nuestra
verdadera casa. En este sentido, los siguientes aspectos han sido esenciales en
mi proceso personal de la integración de la pasión en mi día a día:
1) Internalizar
la gratitud: Estamos
vivos, somos autosuficientes e independientes en muchos aspectos y estamos en
mejor pie que muchas otras personas. Como primera aproximación, son hechos que
nos hacen volver a nuestra situación actual y sentirnos agradecidos de lo que
ya somos y tenemos. Por ello, al poner las cosas en perspectiva, son más los
atributos buenos y razones por las cuales estar tranquilos y agradecidos al
final del día. Mi artículo sobre la gratitud explica con más detalle
cómo lograr ese estado a voluntad y sin esfuerzo.
2) La
importancia de la alegría: Simplemente,
sonreír y reírnos con frecuencia activa potentes neuroquímicos en nuestro
cerebro, liberando el estrés y brindándonos una sensación de mayor liviandad y
genuina felicidad, en muchos momentos.
3) El camino es
lo que importa: Definir
con claridad qué es lo que somos y qué deseamos en última instancia para
nosotros -elevándonos por sobre metas basadas en lo que otros esperan acorde a
nuestra situación- nos lleva a un estado de mayor profundidad que nos puede
llevar, entre otras, a valorar más cada instante y darnos cuenta de lo
realmente importante. Una vez descubierto esto, el resto de los distractores
cae y se va afirmando la esencia dentro de nosotros.
Todo lo anteriormente dicho es, sin duda, una primera
aproximación de una experiencia que cada uno debiese vivir individualmente. La
pasión, por tanto, no se trata de hacer ni de lograr en la dimensión material,
sino más bien del ser y acceder a un estado que es parte intrínseca y permanente
en nosotros.
Podemos estar lavando platos o dirigiendo un grupo importante de
personas y tener la misma sensación, energía y entrega. Eso es lo que yo llamo
“acción inspirada”, y la decisión de integrarla a nuestra vida está, en cada
momento, en nuestras manos.
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