Si usted es o cree que podría
ser víctima de los depredadores sociales es recomendable que conozca las
características y las formas de enfrentarlos. Este artículo tiene ese interés,
apoyarlo en no caer en las garras de esos personajes, y si ya lo está, darle
pautas para liberarse de ellos.
Algunos que están viviendo esta experiencia se
preguntarán: ¿Cómo una persona puede dedicar tanto tiempo, tantas energías y
tantos recursos para dañar a otras personas? Este tipo de persona hacen de sus
seres queridos las principales víctimas y, al mismo tiempo, los culpables de su
malestar. Por lo general, son personas que provienen de familias
disfuncionales, con ausencia afectiva o abandono durante la niñez, la falta de
afecto la remplazan con el resentimiento, por lo cual crecen con la mentalidad
de destruir y no de construir: de aplastar al otro, en un juego de suma cero,
en la que sólo admiten un vencedor: ellos. Con esta gente no existe el
ganar-ganar. Es una correlación inversamente proporcional. No existe el punto
medio. La otra persona es o existe, en la medida que logra ser asimilada por el
depredador, es decir, “eliminada” en su voluntad.
La razón y la verdad están de un solo lado, y la
mentira y la culpa, del otro lado, aquí no hay dos para bailar un tango. Si yo
te hago algo es porque vos me provocaste, es un victimario que trata de fingir
ser la víctima para legitimar la agresión, no asumiendo las responsabilidades
de sus actos. Es lo que yo llamo depredadores sociales, gente que sabe escoger
a su presa para agredirla cuando le plazca, porque haciendo eso encuentran
satisfacción y un escape a su estado de frustración. Por lo general, estas
personas son bien selectivas, estudian a su blanco, cuando lo tienen ubicado,
se presentan ante él o ella como muy encantadores, pero no tardan mucho en dar
el zarpazo y en desenmascararse. Se caracterizan, en general, por ser
vividores: es una relación de los givers (los que dan) y los takers (los que
reciben).
Son tan hábiles que no escogen a personas iguales
a ellos, por el contrario, buscan a aquellos que tienen principios y tiempo
para dedicarlo a los demás, y es ahí donde los desangran, se aprovechan de la
bondad del otro. Por ello, buscan a personas buenas, quienes muestran las
cartas en la mesa, y, que a diferencia de ellos, no las esconden, esto les da cierta
ventaja para lograr su cometido. Pues ellos se las ingenian para poner las
reglas del juego que quieren hacerlo a uno jugar, o dicho también de otra
manera, son habilidosos para hacer trampas, tratando de generar en el otro un
estado de ansiedad.
Este tipo de relación es desgastante, no se sabe
cuál es la próxima movida, cuál es el flanco donde atacará en la siguiente
ocasión, en qué escenario y con qué fin. Los ataques pueden ser físicos en
dependencia de qué tan débil es la presa, pero también psicológicos. No
escatiman el tipo de recursos debido a que no tienen escrúpulos. Su deseo de
control es tal que ensayan diferentes tipos de estrategias: unas veces veladas
otras encubiertas, pero siempre con un mismo fin: acechar para debilitar al
otro hasta destruirlo si es necesario, el medio no importa y la forma tampoco:
puede por la vía física, jurídica, económica, psicológica: a través de los
hijos: sí, a ellos no les importa que los hijos sufran lesiones psicológicas,
¿pero qué saben ellos de ser padres si no los tuvieron o no tienen referencia
de ser hijos?
Siempre están maquinando, ocultando algo, y no
fácilmente develan lo que están pensando. Son personas que todo lo calculan, es
una relación de causa efecto: si hago esto, el resultado será éste. Buscan cómo
obtener beneficio sea éste de reconocimiento, económico o afectivo. Ellos salen
llenos, los otros quedan vacíos. También saben jugar a la comedia, ser buenos
actores: a través de la manipulación y la mentira, de la creación de tramas e
intrigas, de la desinformación o las medias verdades, son especialistas en
manipulación y chantaje. Tienen una alta capacidad para dividir, porque es la
forma en que logran reinar. Tienen un gran ego, son unos grandes narcisistas,
les encanta que todo se lo celebren y todo gira en función de ellos, son
pragmáticos, se deshacen rápidamente de lo que les estorba o ya no necesitan.
Pero ante los demás se vuelven los indispensables. También tienen la capacidad
de ser fieles mientras son subordinados, en ese momento no enseñan su
dentadura, son incondicionales y saben ganarse la confianza del jefe. Su
propósito es subir hasta el peldaño más alto, por ello son como las serpientes,
se arrastran ante su jefe, pero muerden al que tienen a su alrededor.
Por lo general, esta gente desprecia a los demás,
pero también se desprecian a ellos mismos, son unos grandes acomplejados,
pretenden dar una imagen de lo que no son, siempre están viendo lo que tiene el
prójimo más cerca para aprovecharse de ellos. Son maniáticos depresivos, poco
estables emocionalmente, adictos a algo. Ellos tienen un sentido
autodestructivo, por ello generan tanta energía negativa en su entorno que
terminan destruyendo a los demás y a sí mismos. En verdad, son personas en las
que uno no se puede confiar y a las que se les deben neutralizar.
Algunos se preguntarán: ¿cómo enfrentar a estos
depredadores sociales?
Hay tres formas, entre otras, que se puede
ensayar: No mostrarles miedo, desenmascararlos públicamente y hacerles sentir
que sus acciones se les revertirán, pero lo más importante es cortar el
círculo. Quien interactúa y establece lazos emocionales con este tipo de
persona es porque algo no le está funcionando bien, por lo cual es bueno echar
una mirada introspectiva y tomar decisiones.
Hay que estar prestos a las señales: su manera de
actuar es progresiva, van punteando, como lo pueden hacer los boxeadores para
medir la distancia y luego dimensionar la contundencia de los golpes, para ello
se aseguran que la respuesta sea débil, de lo contrario no fintean. Una vez
tomadas las medidas comienzan a atacar con más fuerza, si no tienen resistencia
siguen adelante hasta triturar el blanco. Si la respuesta es inmediata contra
ellos detienen la cacería.
Es importante estar prevenido ante este tipo de
personas, hacerles saber que uno sabe el juego que quieren desarrollar. No
dejarlos que tomen la iniciativa o el control de los acontecimientos, su
máscara entre otros es la de asumir el rol de protector, porque “todo lo
saben”, para ello suelen esconder información y negociar a varios bandos, y con
ese cuento van aislándolo a uno hasta volverlo vulnerable e indefenso ante
ellos. Generan una relación de codependencia, basada fundamentalmente en ir
disminuyendo la autoestima del otro, hasta que el blanco pierde la confianza en
sí mismo y lo inmovilizan. Lo que ellos achacan a los otros de forma
despectiva, es lo que piensan de ellos mismos, o es lo que quieren hacerle al
otro.
Parten de la mentalidad de que ellos son los
fuertes, los otros son los débiles. Ellos son los decididos, los otros los
cobardes. Ellos son los que piensan y tienen las soluciones, los otros son los
no pensantes y temerosos. Ellos retan, pero también pueden aceptar los
desafíos, sobre todo cuando pueden mostrar de lo que son capaces y salirse con la
suya. Pero siempre tratan de lograr una relación desigual a su favor y en
detrimento del otro. En este sentido, hay que romper las reglas de su juego, y
hacerles sentir que uno puede contragolpearlos con la misma intensidad que
ellos lo hacen, esto los frena, sobre todo cuando saben que pueden entrar en un
terreno en donde el otro muestra tener más poder, ahí sale su verdadera
naturaleza de cobarde y buscan la retirada hasta encontrar la siguiente presa.
Hay quienes dicen que dándoles mucho amor cambian,
es posible que algunos lo logren, pero siempre constituye un gran riesgo de
consumirse en el intento, a veces es bueno pensar en otras medidas para que
asuman las consecuencias de sus actos. Es bueno hacer mención que los
depredadores sociales pueden ser hombres o mujeres, por lo general son más los
hombres, están en todas las esferas de la vida social, y abundan en el
escenario de la política y entre los políticos: sólo basta observar su
comportamiento.