En el
ámbito de lo colectivo y lo público, la tolerancia se defiende en las
sociedades modernas mediante leyes que garantizan el respeto de los derechos y
los intereses de todas las personas con independencia de sus circunstancias
individuales.
A nivel
individual, la tolerancia es la capacidad de aceptación de una situación o de
otra persona o grupo considerados diferentes.
Pero no
todos los individuos están capacitados para ser tolerantes. La tolerancia
individual se manifestará en la actitud que una persona tiene ante aquello que
expresa valores diferentes a los suyos propios. También en la aceptación de una
situación injusta en contra de los intereses propios o en contra de los
intereses de terceras personas.
Todo ello
implica, evidentemente, capacidad para escuchar y aceptar a los demás.
Este
comportamiento social se ha dado en todas las épocas de la humanidad y en todos
los lugares del mundo como un medio para posibilitar la convivencia. Se admite
que, en general, los valores y las normas colectivos son establecidos por el
grupo que ostenta el poder político y el control social, y con ello establece,
entre otras cosas, el grado de respeto o, por el contrario, la intensidad de la
persecución de la que se va a hacer objeto a la persona que exprese actitudes y
conceptos diferentes o problemáticos. “
“Los seres humanos somos los únicos capaces de atentar contra nuestra
especie y contra el resto de los seres vivos; desplegamos un nivel de violencia
preocupante, y sin motivo aparente.
Pero resulta aún más llamativo que también existan personas que luchen
por la paz, por la aceptación, por los derechos de los animales, que intenten
resolver los errores del extremo opuesto. ¿Cómo confiar en una especie que
presenta tal dualidad?
Si alguien llega al punto de despreciar a otro por pensar de manera
diferente, de echar a sus hijos de su hogar por ser homosexuales, de matar por
diferencias ideológicas, ¿puede cambiar realmente, recapacitar y
comenzar a aceptar la diversidad?
La
tolerancia es un velo frágil y delgado, y a menudo descubre por un momento la verdadera
esencia de quien dice abrazarla; en un momento de tensión, alguien utiliza un
adjetivo como “judío” o “negro” para insultar a otra persona, y entonces se
demuestra que el cambio tan sólo había sido aparente y que queda mucho trabajo
por delante.”
Recojamos el guante y sigamos adelante
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