Una honda y
profunda reflexión nos ha sumido en un recuerdo imborrable donde percibimos ese
sabor un tanto agridulce de tantas experiencias compartidas, en ese, mágico
proceso, que sólo el deambular conjunto de nuestros aleteos, deslumbrados por
el asombro de todo lo que a nuestro frente intuíamos que podríamos encontrar.
Nuestra mente nos
ha traído un poema que quisimos compartir, una imagen de aves surcando raudas
el horizonte, plenas de vida, en ese continuo aletear rumbo a la inmensidad.
El cielo está en
calma, la tarde serena,
y el sol declinando; y al valle tranquilo dirigen su vuelo las aves de paso.
Se ignoran sus
nombres, que vienen de lejos,
de climas extraños, y todos las miran, mas nadie conoce las aves de paso,
Las blancas
palomas, que siempre tranquilas
el valle habitaron, reciben alegres, con tiernos arrullos, las aves de paso.
Que al fin ellas
vienen de incógnitos valles
y es dulce su canto; tal vez es por raras, que halagan, seducen, las aves de paso.
Y aunque hay en
el valle rendidos amantes
de cuello nevado, prefieren las blancas palomas sencillas, las aves de paso.
Mas ¡ay!, que
saciadas al fin de caricias,
de nidos y granos, de nuevo levantan su rápido vuelo las aves de paso.
Y al verse burladas las pobres
palomas,
exclaman cantando: Malhaya la incauta que alberga en su nido las aves de paso. |
José Gautier Benítez
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