viernes, 30 de agosto de 2019

La Impronta Diaria



Todo lo que hacemos o dejamos de hacer deja una huella que muy pocos humanos tenemos la capacidad de captar en nuestros receptores individuales, tal es lo que constituye nuestra impronta, esa señal que subyace imperceptible como una marca indeleble de generación en generación.

“Señal o carácter peculiar: huella. Conjunto de característica cultural o característica humana que son consecuencia del contacto con una persona o grupo social: la profesora ha dejado su impronta en los alumnos. En biología, tipo de aprendizaje propio de animal pequeño, por lo general durante un período crítico y receptivo de su vida”.

Durante este período, el animal joven aprende a dirigir su respuesta social hacia un objeto concreto, normalmente uno de los padres: proceso de aprendizaje para el que solamente se está sensibilizado durante la etapa juvenil y que tiene carácter irreversible.

El estrés y el desamor en el hogar suponen a los niños un daño evidente durante su crianza. Decenios de investigación han permitido documentar, además, las consecuencias psicológicas en la edad adulta de tales experiencias (entre ellas, depresiones latentes y dificultades para mantener relaciones afectivas). Estudios actuales confirman que una vida familiar conflictiva provoca efectos fisiológicos graves en el desarrollo neural.

El cerebro infantil posee una exquisita sensibilidad. Las discusiones acaloradas afectan a los pequeños incluso cuando duermen. Investigadores de la Universidad de Oregón han hallado, mediante imágenes por resonancia magnética funcional, que los niños de familias que informaban sobre fuertes conflictos hogareños (superiores a los habituales), se mostraban más sensibles a voces agresivas o airadas. De hecho, manifestaban un repunte de actividad cerebral en respuesta a frases leídas en tono agrio mientras dormían. La excitación cerebral se concentraba en las áreas 

responsables de la regulación de las emociones y del estrés.
Ni la negligencia afectiva ni las disputas familiares dejan señales externas, pero sí afectan de forma notable la arquitectura cerebral. Un estudio sobre adolescentes desarrollado por la Universidad de Yale halló, mediante resonancia magnética funcional, que el desamor y el abuso emotivo en la infancia reducen la densidad celular posterior de las regiones cerebrales que regulan las emociones
Según el artículo, publicado en Journal of the American Medical Association en 2011, aunque los adolescentes del estudio no llegaban a cumplir los criterios definitorios de trastornos psiquiátricos por completo, muchos de ellos sí experimentaban problemas emocionales (conductas irreflexivas o arriesgadas).



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