Abordamos un tema que está
resultando una modalidad de uso bastante frecuente entre personas, cuya
característica más saliente, es la de no poder evitar una marcada inclinación
por incursionar en la privacidad de otras personas, acuciadas por una irrefrenable
curiosidad, que todo indica no son capaces de controlar.
“El acto de incursionar o
adentrarse en algo o en un lugar siempre tiene que ver un poco con la
curiosidad. Esto es así debido a que es la curiosidad lo que hace que una
persona comience algo nuevo, se interese por algo desconocido, decida
adentrarse en un territorio desconocido para ver qué hay allí, etc.
Las incursiones militares y de
conquista sobre un territorio siempre han tenido que ver con esta idea de
curiosidad, aunque también de deber en el sentido de que ese acto es
considerado necesario para ganar más territorios.
Sin embargo, siempre que hablamos
de una incursión estamos hablando de algo que no se conoce, que no se sabe cómo
es, qué peligros implica o qué beneficios puede significar. Así entonces, el
acto de incursionarse en un espacio nuevo tendrá que ver con el interés de
conocerlo a fondo, recorrerlo en su totalidad, etc.
Cuando una persona incursiona en
una actividad nueva, por ejemplo un deporte, una carrera, un área hasta ese
momento desconocida, está dando por sentado que hay cosas de esa actividad o
área que no conoce y con las cuales le gustaría estar en contacto o que le
gustaría aprender. Así, incursionar en el arte del marketing, de la publicidad,
en las redes sociales no es más ni menos que meterse en ese mundo para tratar
de sacar provecho y descubrir algo nuevo.
Pareciera que algunas
personas se confunden asociando el concepto de amistad, con una mayor facilidad
en el incremento de nuevas relaciones de confianza las que van
surgiendo como “una consecuencia previsible” por el aumento considerable
que se produce en el intercambio de información, en particular aquellas
que puedan ser consideradas lo suficientemente “jugosas” como para incentivar
la curiosidad de más de uno.
Ser curioso no puede considerarse
como un pecado o una debilidad, como tampoco se le puede relacionar con alguno
de los valores propios de la persona humana, digamos, eso sí, que es una
característica de ciertas personas que hacen de la curiosidad uno de sus
aspectos más relevantes.
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