Debemos ser conscientes de que cada uno de nosotros somos los autores de
nuestras acciones y que la visión del mundo que nos rodea, no puede ser otra
que “el modo de ver” que tengamos, de todo lo que pase, o pueda llegar a pasar,
en los acontecimientos de nuestro día a día.
La paleta que utilicemos si solo visualizamos “lo blanco y lo negro” de
nuestras percepciones jamás nos permitirá describir las maravillas de un “arco
iris” que permanentemente se despliega delante de nuestros propios
ojos, deberemos incorporar todos los colores con los cuales se reviste nuestra
vida y descubrir la luminosidad de la existencia humana.
“El conflicto aparece cuando algo en nuestro interior se sitúa en
oposición, ser/no ser, a menudo interpretamos el mundo, nuestro mundo, como una
lucha de polaridades: luz/sombra, vida/muerte, bueno/malo, positivo/negativo,
movimiento/quietud, acción/recepción…
Desde la perspectiva del juicio, nuestra cultura considera que los primeros son los valores que deben predominar. Sin embargo el sistema se sostiene por la coexistencia de ambos en equilibrio: la desaparición de uno de los polos significa la desaparición del sistema.
Crecimiento y cambio suceden inevitablemente en el ciclo de nuestra
forma de vida humana. Nadar contra las corrientes, remar en el barro, supone un
desgaste, un estancamiento improductivo e ineficaz.
De nosotros depende desarrollar los infinitos recursos que poseemos para
seguir la corriente, porque es más inteligente navegar que remar. Conociendo
los vientos, las mareas, las estaciones y los principios de crecimiento y
decadencia, transformando los recursos en habilidades, podemos utilizar las
circunstancias a favor de nuestra navegación.”
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