Una de las cosas que muy pocos se detienen a pensar
es en la paradójica situación que vivimos los que con el pasar del tiempo
(antes de eso nadie te lo contaba ni uno mismo era capaz de entenderlo) nos
enteramos de que somos los hijos mayores, al principio parece nada pero todo lo
que viene sucediendo desde entonces, para nosotros, los mayores sucede antes,
eso sin ponernos a considerar que con mis hermanos menores la diferencia suele
estar muy cercana a los treinta años (digo esto para dejar contentas a las
damas que suman todas juntas a diez)
Todo esto viene al caso porque cuando llega la hora
de evocar los días de nuestra niñez nos damos cuenta de que estamos solos en el
recuerdo, los primeros años de nuestra vida prácticamente carecen de testigos
vivos y cuando recurrimos a la memoria los personajes que han estado con
nosotros se asemejan mucho a los que pueden conocer los niños en algún
cuento de hadas.
El tema en cuestión es que he estado recordando una
experiencia que mi padre solía contar relacionada con una visita que realizó
conmigo cuando yo tendría algo así como unos tres años al jardín zoológico que
en aquel entonces era el único del país y una referencia obligada para todo
aquel que quisiera conocer especies animales de los más diversas latitudes del
mundo.
Cuenta mi padre que él pensaba en la impresión que
tal experiencia significaría en mi tan tierna infancia y que de alguna manera
se había preparado para poder darme las explicaciones del caso, siguiendo con
su relato dice que en un momento determinado notó mi ausencia y salió
rápidamente a buscarme sabía que no podría andar muy lejos y en realidad
estaba cerquita, muy cerquita, le costó un poco identificarme porque
pensó que andaría entre las fieras salvajes, pero no fue así, mi silueta se
confundía con la de otros animales pero éstos no eran fieras, eran aves de
corral especialmente patos por los cuales he sentido siempre una particular
inclinación.
Este verdadero privilegio de compartir nuestra vida
con estas aves, son tiempos de nuestra existencia en que nos sentimos en
comunión con las maravillas de la creación y nos congratulamos por tan singular
experiencia.
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