No debemos confundir protección con
sobreprotección. La protección hacia nuestros hijos es vital
para ellos. Cuando son pequeños nos necesitan y dependen de nosotros para casi
todo.
Todos los animales, por instinto, protegen y cuidan de sus crías durante
un tiempo determinado, de manera que cuando la cría ya puede valerse por sí
misma, comienza su andadura en el mundo en solitario, desprendiéndose de sus
padres.
En el caso de los humanos, esta protección es más prolongada en el
tiempo y no solo eso, en muchas ocasiones, esta protección, que en principio
servía para cuidar de nuestros hijos y mantenerlos seguros, puede convertirse
en algo realmente dañino para su salud mental. Hablamos entonces de la
sobreprotección.
Podríamos decir que sobreproteger a un hijo es
ir más allá de cubrir y satisfacer sus necesidades y cuidados básicos. Es
pensar por el hijo, tomar decisiones por el hijo, solucionar todos los
problemas del hijo. Es vivir por el hijo, cuando el hijo es, en esencia, una
persona que debe desarrollar sus propias capacidades personales si quiere
funcionar correctamente en el mundo.
Son los típicos padres que están todo el día
repitiéndoles a sus hijos: “No hagas eso que puedes lastimarte”, “No vas a
ir a dormir a casa de tu amigo porque yo no conozco esa casa”, “No irás a la
excursión porque los animales pueden ser peligrosos” y no y no y no.
Lógicamente, con esta actitud solo inculcamos miedo a nuestro
hijo y la idea falsa de que el mundo es un lugar peligroso.
Por otro lado, estos padres son muy permisivos, en
el sentido de que no suelen poner límites y normas claras que los niños
entiendan e interioricen. Además de esto, si los hijos violan esas normas
difusas, ellos no establecen consecuencias definidas por miedo a dañar a sus
hijos, cuando realmente las consecuencias sirven para educar, no para
dañar.
Tampoco les exigen obligaciones ni responsabilidades que por edad puedan
realizar alegando a que “no quieren hacerlo”, “lo hacen mal” o “pobrecito que
es muy pequeño”.
Éstas son las creencias disfuncionales de los padres que ejercen la
sobreprotección. Ellos piensan que al sobreproteger a sus hijos, van a cuidar
su autoestima, no van a dañar su salud mental porque no les van a crear
disgustos ni frustraciones y además serán hijos felices porque “no les va a
faltar de nada”.
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