Ahora bien, tengamos en cuenta que renovarse no es dejar de ser uno
mismo ni tampoco se trata de asumir otras identidades en el intento de
parecernos a los que a nuestro entender han tenido mucho más éxito en sus actividades
que lo que pudimos realizar nosotros, tampoco entendemos la renovación como un
ejercicio de imitación, nadie puede sustituirnos, nuestra participación es
única e indelegable, ni nadie debe estar dispuestos a negarse a sí mismo
marginándose de participar con su aporte individual en el quehacer colectivo.
Renovarse tampoco puede entenderse como un medio de sepultar nuestras
acciones pasadas como quien pretende una vida nueva “barriendo debajo de la
alfombra” todo aquello que hace, que sabe que es él y sólo él quien lo hace y
en lugar de llamarse al orden a sí mismo corrigiendo errores y asumiendo nuevos
compromisos consigo mismo prefiere disimular sus flaquezas con el artilugio del
ocultamiento sin darse cuenta que todo aquello que ocultemos debajo de la
alfombra nos puede impedir, y sin duda lo impedirá, levantar sin delatarnos
cualquiera de sus puntas.
Un periódico de izquierda que circulaba en mis tiempos de estudiante en
plena dictadura exhibía en el frente de su portada la siguiente frase que
siempre recordaré y que viene muy en cuenta en este caso:
“La basura que se barre, siempre será basura, aunque por los aires suba,
basura será en el aire.”
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