La vergüenza ajena es un sentimiento que nace a partir de la inteligencia social fundamentada en la empatía. Es decir, el ser humano tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro o de proyectarse a sí mismo en posibles situaciones de futuro similares a las que observa en otras personas. De este modo, el sentimiento de ridículo no solo puede sufrirse a partir de un hecho propio, sino también en términos de alteridad (a partir de la interpretación de cómo me sentiría yo si estuviese en ese lugar).
El sentimiento de vergüenza está muy condicionado por la propia percepción y punto de vista personal del sujeto. Cuando sientes vergüenza ajena por una situación que vives como si fuese propia, no estás tan condicionado por ese hecho objetivo observable en sí mismo, sino por tus propias creencias y experiencias previas. Es decir, proyectas tu propio miedo al ridículo en una situación en la que tú crees que te sentirías así si fueses tú el protagonista de esa escena que estás viendo. Sin embargo, en muchos momentos podrás observar cómo la libertad se manifiesta también en este punto cuando al sentir vergüenza ajena observas a esa persona libre y segura de sí misma, sin dejarse condicionar por aquello que opinen los demás.
Tu mente recibe estímulos constantes a partir de las vivencias prácticas del vivir. De este modo, cuando observas una escena que genera en ti este sentimiento de vergüenza pueden volver a ti emociones relacionadas con situaciones similares del pasado que te han condicionado en primera persona. Es decir, estableces una asociación de ideas entre aquello que estás viendo y tu propia vida. En ocasiones, este sentimiento también surge a partir del aprendizaje social.
Por medio de la experiencia de la vergüenza ajena, la persona también establece la conclusión de que quiere diferenciarse de ese alguien a partir de aquello que el otro hace y uno mismo evitaría. Sin embargo, la interpretación de la realidad no es innata sino que surge a partir de filtros específicos, por ejemplo, las normas sociales, la educación y los patrones culturales.
Cuanto más reducida sea la zona de confort vital de una persona, tiene mayores posibilidades de sufrir este sentimiento de forma recurrente. Por el contrario, quien tiene una mayor apertura mental, es menos vulnerable ante este condicionamiento. Los seres humanos somos distintos, pero también, tenemos puntos en común. Es esta naturaleza común la que establece el punto de partida hacia la comparación de las realidades interpersonales.
En este otro artículo de Psicología-Online te descubrimos por qué nos ponemos rojos cuando sentimos vergüenza.
¿Por qué sentimos vergüenza ajena cuando estamos cerca de personas que queremos? Existe una situación en la que la vergüenza ajena te resulta especialmente incómoda. Por ejemplo, cuando es alguien de tu grupo de amigos o familiares quien dice algo que te parece fuera de lugar. Y, entonces, te preocupa que la imagen que pueda producir esa persona que está contigo, pueda afectarte a ti mismo.
Esta circunstancia es relativamente frecuente cuando estás muy preocupado por querer causar una buena imagen en un momento que es significativo para ti y este deseo de tenerlo todo bajo control hace que cualquier gesto de espontaneidad que rompe con el criterio de lo que para ti resultaría lógico sea especialmente incómodo para ti.
¿Cómo se encuentra tu propia autoestima? Intenta reflexionar sobre tu nivel de seguridad cuando vives un momento de estas características ya que este puede ser un síntoma de que necesitas quererte un poco más y no dar tanta importancia al criterio ajeno. En lugar de interpretar esta situación desde la perspectiva del otro, intenta extraer una conclusión personal sobre qué puede decir de ti mismo este sentimiento.
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