sábado, 20 de junio de 2020

Ignorancia Intercultural


No hay peor nivel de ignorancia que cuando uno no sabe que no sabe. Si al menos uno supiera que no sabe, podría tomar cartas en el asunto para poder salir de su ignorancia. Lamentablemente, en el ámbito de la interculturalidad, muchas personas se encuentran sumidas en la idea de que son culturalmente sensibles, que tienen habilidades interculturales o que son sumamente abiertos hacia las diferencias.

Acá vamos a dejar en evidencia cuánta ignorancia intercultural existe, incluso en muchas personas que tienen un elevado grado de exposición internacional. Si quieres saber si eres culturalmente sensible, piensa si alguna vez dijiste alguna de estas frases:
“Las personas de X país son…”

Completa la descripción como quieras (lentos, sumisos, fríos, mentirosos, rígidos, etc), pero claramente estas demostrando una falta de sensibilidad cultural. ¿Por qué? Porque no todas las personas de un país son de determinada manera y al realizar una generalización de este tipo, muy posiblemente estés cayendo en un estereotipo, los cuales por lo general son negativos (aunque también los hay positivos). Además de injustos y contraproducentes, los estereotipos limitan enormemente tu capacidad de relacionarte efectivamente con las personas de ese país.
“La cultura no tiene nada que ver con este tema”

Algunas personas se atrincheran en el hecho de que en última instancia, todos somos diferentes y cada persona es un individuo único con expectativas y necesidades únicas. Nadie argumentaría en contra de esto, pero desconocer que ciertos grupos culturales comparten determinados valores, costumbres y hábitos, es simplemente insensibilidad cultural. Es verdad que es importante poder diferenciar cuándo determinada reacción es personal o cultural, pero para poder hacerlo, necesitamos conocer cuál es el rol de la cultura en el comportamiento de las personas.

Una manera de minimizar la importancia de las diferencias culturales es subestimar su impacto. Si no son relevantes, tampoco tengo necesidad de considerarlas, conocerlas y mucho menos, adaptarme. Los estudios confirman exactamente lo opuesto; y no sólo se trata de evitar que generen “inconvenientes” sino de promover a que generen “beneficios”.

Otro claro ejemplo de baja sensibilidad cultural. Cuando las personas de determinado país tienen otras formas de hacer las cosas que simplemente son distintas a las nuestras, a veces caemos en la tentación de convencernos que están equivocados, y que por culpa de ese estilo (sea comunicación indirecta, tiempo sincrónico, enfoque grupal, etc.) no podemos cumplir con nuestras responsabilidades y nuestros objetivos. Si fuéramos culturalmente sensibles, buscaríamos maneras culturalmente adaptables para poder alcanzar los objetivos. La cultura nunca debería ser una excusa.

En resumen, por más que nos encante creer que somos las personas más sensibles a la diferencias culturales, la verdad es que muchas veces fracasamos en el intento de demostrarlo. Aun cuando tenemos las mejores intenciones, necesitamos prepararnos y capacitarnos para poder actuar con cierto grado de sensibilidad cultural. Y el primer paso reconocer que aún tenemos cierto margen de mejora y desarrollo.


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