Mirada Metafísica
Proyección Humana
Ellacuría recalca en el hombre el carácter de lo que Zubiri ha llamado
ex – posición, que es la apertura constitutiva de la realidad humana
considerada en el tiempo, como apertura temporal.
El hombre es, pues, una sustantividad expuesta a lo que tiene delante y
va a venir. Así, “La vida ha de hacerse desde lo que, al menos en parte, está
fuera de sí misma y por delante de ella, lo cual fuerza al hombre a estar en
permanente exposición.
Por ello tiene que salir de sí sin dejar de estar en sí, antes bien para
ir entrando en sí mismo”
Es una tensión hacia lo que viene en la que al viviente humano le tira
lo que tiene delante, y que se refleja, creo, en la elaboración de proyectos.
Pero este salto hacia delante de la sustantividad humana ha de contar con la
realidad y las cosas en las que está expuesto.
Mas frente a una posible lectura idealista o en términos de conciencia o
de sentido, de esta ex – posición del hombre, subraya Ellacuría el carácter
real que esto tiene.
Es una necesidad emanada de la propia realidad del hombre, es un hecho
físico en el sentido de real y en el que está involucrado, hemos dicho, la
temporalidad en sus distintos niveles. “Lo que formalmente hace es autoposeerse
en una determinada dirección, vivir y configurar su ser en una forma
determinada”.
Así pues, el proyectar, además de que suele ser una actividad
psicofísica, es algo que tiene que ver, en su conjunto, con la realidad del
hombre, con su carácter material-real. El proyectar forma parte del carácter
cursivo del hombre que comparte con la vida y el universo entero.
Pero en el hombre, el estar expuesto y el proyectar no es meramente
estimulado como en los animales, sino que es un proyectar real. “El
proyecto, en efecto, parte de una realidad que necesita proyectar para seguir
siendo real, se realiza desde un enfrentamiento ‘real’ y lleva a una
transformación real de las capacidades humanas”.
Propiamente este proyectar, que se da en lo vital psico-orgánico del
hombre, compone lo que Ellacuría denomina un “decurso vital”, que define en los
siguientes términos: “el curso de la vida, el decurso vital, es una ocurrencia
en proyecto, un decurso en el cual se van insertando en la propia realidad los
logros o malogros de la realización del proyecto”.
Esto es, propiamente, la forma de acontecer de la vida humana, un curso
en función de proyectos, una suerte de autodefinición. Pero una autodefinición
de carácter real, físico, no meramente conceptual o en la conciencia,
insistamos.
Es la constitución de la unidad transcurrente del viviente humano. “El
sentido último y radical de la vida le viene de la mismidad, con la cual se va
definiendo la sustantividad a lo largo de las situaciones vitales”.
Esta unidad es la de un proceso psico-orgánico, pero no sólo eso, sino
que hay que subrayar que las acciones e interacciones proceden de un agente y
autor. El hombre es agente (en lo que se refiere a su carácter natural) y autor
(en lo que se refiere a su carácter histórico “libre” de su vida.
Esto quiere decir que el hombre se desarrolla como ejecución, cuando es
agente, y como opción, cuando es autor. A esto, además, Ellacuría añade la
aceptación de la trama real y de la conexión de situaciones que están ahí
independientemente de la voluntad del hombre concreto.
Es importante tener en cuenta los tres modos, porque de otro modo
podemos incurrir en la absolutización de un único aspecto en detrimento de los
otros.
“Por ser psico-orgánicamente sentiente, el hombre es agente de sus
acciones; por estar abierto a la realidad y tener que habérselas con ella, es
autor; por estar inmerso en una contextura dinámica de situaciones, es actor de
la vida que le ha tocado en suerte.
Las tres dimensiones intervienen en una u otra medida, de una u otra
forma, en cada acción humana”.
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