Por mucho que ocupen miles de páginas, minutos de audio o bits de
información, la redes sociales han existido siempre. Lo novedoso del momento es
la capacidad que tienen de plasmarse, mostrarse, y por tanto, amplificar su
escala y sus efectos.
No sólo podemos saber quién conoce a quién mediante una red profesional
como es Linkedin, sino que, personas distantes geográficamente pueden
conocerse en Internet gracias a un interés común que les lleva a encontrarse a
través de blogs, redes sociales, foros o cualquier instrumento de interacción
entre usuarios.
Con la llegada de Internet, la sociedad que consigue conectarse, es
capaz de crecer en sus vínculos, reforzarlos, tejer una tupida red alrededor de
intereses comunes, causas y motivaciones.
Se olvida con frecuencia que Internet es una red de máquinas que une a
las personas que miran las pantallas, es decir, fundamentalmente una red
de personas. Red sin centro geográfico, red con millones de nodos, red
distribuida, donde la información en doble sentido se convierte la savia que
alimenta y hace crecer la red.
Como bien decía Manuel Castells “la tecnología es mucho más
que una tecnología. Es un medio de comunicación, de interacción y de
organización social“.
La información es ahora de todos y está en todas partes. Los flujos de
información que corren por la red hacen del mundo un lugar más pequeño y llevan
a un profundo cambio que afecta a todos los aspectos de la existencia humana.
La digitalización de los soportes y la aparición de Internet están modificando,
no sólo ya las formas de distribución de productos y servicios, sino que
trastoca toda la cadena de valor.
La información compartida abre caminos a la colaboración y a la creación
insospechada hasta el momento para las empresas y en otras formas
de organización social. Nuestras vidas se ven modificadas: nuestra
forma de comprar, de informarnos, de administrar nuestro ocio, de tomar
decisiones, de educarnos, de trabajar, de comunicarnos, de crear…
Por tanto estamos hablando de algo más que un cambio tecnológico:
estamos delante de un verdadero cambio de paradigma, de un cambio
cultural.
Pero incluso este cambio cultural alberga ya un peligro: el peligro de
la desconexión. Muchos quedarán al margen de la conexión a la red de personas.
No sólo un tercer mundo sin las infraestructuras tecnológicas; la brecha
digital es también generacional, educacional, social, y hasta pueden darse
formas de autoexclusión como reacción temerosa ante las incertidumbres del
cambio de era.
A la vez, también habrá quien quiera evitar que las personas formen
parte de esta red descentralizada y distribuida, so pena que sean capaces a
autoorganizarse.
Por todo ello, estar o no estar conectado podrá marcar la diferencia
para participar o quedarse fuera de la nueva sociedad red que ya está
aquí.
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