A andar se aprende andando. A nadar se aprende nadando. Pero a tomar
bien las decisiones no se aprende sólo tomando decisiones.
Se aprende a decidir cuándo se interiorizan unos principios básicos..... Algunos de estos principios pueden parecer muy básicos y elementales, pero son justamente las cosas obvias las que muchas veces no se tienen en cuenta y conducen a decisiones ineficaces.
Nuestras vidas y también las organizaciones de las que formamos
parte dependen de dos factores: las decisiones que tomamos y el entorno
externo. El entorno externo son todas aquellas circunstancias que nos
rodean y sobre las que no tenemos ningún control, no tenemos manera de
influir sobre ellas........
Algo distinto sucede con esas otras circunstancias que nos acompañan en
la vida y sobre las que sí tenemos posibilidad de influir. Sobre
algunas tendremos control total y sobre otras simplemente podremos
influir en cierto grado.
Controlamos o influimos sobre todas esas circunstancias mediante
las decisiones que tomamos. Es por esto que lo que en el futuro sea nuestra
vida dependerá de las decisiones que adoptemos a lo largo del tiempo,
porque tomando decisiones es como influimos en la realidad.
Podemos decir que nuestra historia personal es la historia de las
decisiones tomadas, y que nuestro futuro —que está condicionado por
aquellas que ya hemos tomado- lo vamos forjando a través de las futuras
decisiones. De ahí la importancia de la toma de decisiones en la
vida de las personas, ya que en último término cada uno es lo que decide
ser.
De hecho, tomar decisiones es la actividad más importante que
realizamos las personas. En el ámbito empresarial, es el acto directivo
fundamental, porque un directivo lo es en la medida que decide.
La toma de
decisiones está tan ligada a nuestra vida que no podemos prescindir de ello: no
podemos abstenernos de hacerlo, porque decidir no tomar una decisión
implica de por sí haberlo hecho. Lo que sí podemos decidir es si la
queremos tomar nosotros o si preferimos que otros lo hagan por nosotros.
En ese caso estamos decidiendo poner el control de nuestra vida en manos de
terceros.
Por eso no podemos renunciar a decidir, porque haciéndolo nos convertimos en espectadores en vez de en actores protagonistas de nuestra existencia. La toma de decisiones no la podemos subcontratar, a diferencia de, por ejemplo, la gestión patrimonial de la empresa. Cada persona está irremediablemente obligada, por acción o por omisión, a tomar decisiones.
Por todo esto es bueno acostumbrarse a adoptar decisiones activamente, aunque sea sobre cosas pequeñas. Este es un hábito que fortalecemos con la práctica y que sin ella se anquilosa. Si nos acostumbramos a no tomarlas proactivamente, entonces nos costará más hacerlo, porque la indecisión genera más indecisión.
Por eso no podemos renunciar a decidir, porque haciéndolo nos convertimos en espectadores en vez de en actores protagonistas de nuestra existencia. La toma de decisiones no la podemos subcontratar, a diferencia de, por ejemplo, la gestión patrimonial de la empresa. Cada persona está irremediablemente obligada, por acción o por omisión, a tomar decisiones.
Por todo esto es bueno acostumbrarse a adoptar decisiones activamente, aunque sea sobre cosas pequeñas. Este es un hábito que fortalecemos con la práctica y que sin ella se anquilosa. Si nos acostumbramos a no tomarlas proactivamente, entonces nos costará más hacerlo, porque la indecisión genera más indecisión.
A la
decisión siempre va ligada la posibilidad del error. Hay personas que
tienden a no tomar decisiones porque tienen miedo a equivocarse, y dejan
que las circunstancias decidan por ellas, abandonando
así el control de su propia existencia. Este tipo de personas, que se niegan
la posibilidad de «fracasar», paradójicamente, lo acaban haciendo
porque al no decidir no tienen posibilidades de salir al encuentro del
éxito. Renunciando a la posibilidad de fracasar, renuncian también a la
posibilidad de triunfar.
Las
personas de éxito también han tenido desventuras. Personas consideradas como
grandes empresarios acumulan en su historial fracasos, algunos de ellos
sonados. El éxito muchas veces es fruto del fracaso. Tener éxito consiste
en levantarse una vez más de las veces que se haya caído. Si no probamos
no podemos ganar. Si no compro billetes, no me va a tocar la lotería.....
En resumen:
• A decidir bien no se aprende sólo tomando decisiones. Se aprende
cuando se siguen unos principios básicos.
• Las decisiones que vas tomando son las que van conformando tu vida:
cada uno es lo que decide ser teniendo en cuenta las circunstancias que le ha
tocado vivir.
• Acostúmbrate a decidir activamente, porque si no lo haces cada vez te
costará más hacerlo.
• Admite que puedes equivocarte —eres humano—, para concederte la
posibilidad de acertar.
• Sé consciente de que no puedes resolver todos los problemas que se te
plantean.
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