viernes, 26 de junio de 2020

El Sentido Ético


La identidad moral es el área de la identidad general construida alrededor de los ideales morales o el sentido ético del individuo.

Se vincula al aspecto fenomenológico o subjetivo del self, que tiene que ver con los esfuerzos que hacen las personas por mantener continuidad en la experiencia, y con los sentimientos de agrado o desagrado que tenemos por ser quienes somos. 

La identidad moral es el área dela identidad general construida alrededor de los ideales morales o el sentido ético del individuo
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Esta dimensión moral del ser humano, de modo que nos haga ver la importancia del componente ético de la identidad y que, cuando no existe un reconocimiento de los demás como seres iguales en dignidad a nosotros mismos, no es posible una convivencia dentro de los llamados valores éticos o no puede darse el respeto de los derechos humanos en la convivencia con otros pueblos.

Cuando reconocemos a alguien por su manera de hablar, de escribir, de caminar, de hacer por sobre otras personas es porque algo de la identidad se puso en juego allí. Esto no implica que identidad y creatividad vayan siempre juntas. Esto ha sido al solo efecto de poner más en evidencia que cuando la identidad está bien construida la persona logra singularizarse del otro. Lo opuesto seria lo que comúnmente en sociología se le llama el hombre masa.

Así entonces hay una identidad como totalidad, como universo, que incluye varias partes o subsistemas: La identidad sexual o de género, la identidad física, la identidad psicológica, la identidad social, la identidad moral y la identidad ideológica.

Esta evolución ha alcanzado a la identidad individual y colectiva y ha provocado efectos psicológicos, sociales y políticos concretos. La sociedad occidental ha pasado de una forma comunitaria a otra en la cual el individuo es el centro. El individualismo es uno de los cambios más importantes de nuestra época.

Todo sistema abierto recibe, transformación y da energía; en consecuencia, toda persona está en permanente movimiento y en constante cambio. Se concluye así que toda persona no es un ser terminado, sino en permanente desarrollo, un ser dinámico que «está siendo» en cada momento, en el encuentro con el otro o la otra, en una cultura y una sociedad.

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