Básicamente, creer significa “dar por cierto algo, sin poseer evidencia
de ello”
¿Es una creencia una verdad? Claramente no. Entonces, ¿por qué tantas
personas se sienten amenazadas y reaccionan violentamente cuando se cuestiona
lo que creen? ¿Por qué pasamos tanto tiempo tratando de demostrar que la
ideología del otro está mal, si no es más que una opinión arraigada en ESA
persona?
En vez de cuestionar nuestras propias nociones sobre cómo “son las
cosas”, desperdiciamos nuestra energía poniendo a pelear lo que YO pienso con
lo que piensa el OTRO, como si se tratase de una competencia en la que,
obviamente, nunca nadie gana.
Cuestionar al otro, demostrar lo “equivocado” que está, no sirve si sólo
intensifica nuestro sentido de “realidad” frente a situaciones que no son otra
cosa que puntos de vista. En cambio, preguntarnos de dónde viene esa idea que
defendemos con tanta pasión, sólo puede ayudarnos a evolucionar. Si tu creencia
es lo suficientemente fuerte como para ser aceptada como verdad absoluta,
cuestionarla no debiera significar una amenaza de ningún tipo, sino todo lo
contrario. Como en la ciencia, una creencia no es más que una hipótesis, y es
su cuestionamiento lo que puede convertirla en un dato comprobable.
Los adultos debiéramos obligarnos a poner en duda lo que creemos
constantemente, y debiésemos considerar que así como en algún momento se trató
de loco (o de hereje) a quien insinuó que nuestro sistema solar giraba
alrededor del Sol y no de la Tierra, es probable que hoy aceptemos como
ciertos, hechos que mañana se demostrará son erróneos. Por ejemplo, cuando yo
estaba en el colegio, Plutón era un planeta, y hoy sabemos que no.
Lo que me parece más absurdo del esfuerzo que hacemos por perpetuar
ciegamente una creencia, es que esa energía se desperdicia y nos convierte en
seres capaces hasta de matar por defender una idea. Y esa ceguera beneficia
solamente a los poderosos, a la vez que nos convierte en masa obediente y
dócil, ¿qué conveniente no?
Si crees que la religión que profesas es la única verdad, y todas las
otras millones de personas que creen otra cosa están mal, reflexiona sobre qué
habría pasado si en vez de una reina católica hubiera sido un príncipe musulmán
quien financió la expedición de Colón. O si defendiste que prohibir el condón y
fomentar la abstinencia sexual era la mejor manera de prevenir el contagio de
VIH, mira las cifras de nuestro país y, por favor, piensa de nuevo. Si asumías
que las mujeres son el sexo débil, mira cómo están cambiando el mundo y
demostrando que su vulnerabilidad no es fragilidad, sino consciencia y
autoconocimiento. O si pensaste que el genocidio era una lección aprendida en
la Segunda Guerra Mundial, observa por un segundo este mundo y date cuenta que esa
“certeza” te mantiene dormido y alienado.
Creo que lo más peligroso de las creencias es que, al mantenerse
en el tiempo, logran transformar la realidad y se van arraigando en el
inconsciente colectivo. Porque siempre es más fácil seguir pensando igual.
Intenta revelarle a un niño la verdad sobre Papá Noel sin causarle
sufrimiento o desilusión…, es casi imposible. Mejor sigamos defendiendo nuestra
idea y permanezcamos en la ignorancia feliz, porque dejar de creer duele, y el
dolor es malo… ¿O no?
Es nuestra responsabilidad investigar antes de emitir un juicio, y no
tiene nada de malo darnos cuenta que, tal vez, estuvimos equivocados; dudo que
exista aprendizaje más liberador. Además vivimos en la era de la información, y
ya ni siquiera es necesario salir de la casa para observar las infinitas
realidades del mundo… Basta con tener ganas y dedicar tiempo a entender cómo
funciona nuestra mente y aprender que casi siempre responde a una enseñanza, un
recuerdo, una idea impuesta o incluso un trauma.
Llegó el momento de pensar por nosotros mismos; el estado de nuestro
planeta y nuestra especie lo requiere de forma urgente. Somos creadores de
nuestra realidad, y en la búsqueda de nuestra verdad no existen las preguntas
tontas, sólo las respuestas ignorantes y las reacciones originadas en el miedo.
Y hasta el miedo puede ser bueno cuando te impulsa a cambiar, aunque toda tu
vida hayas creído lo contrario.
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