Un niño precioso
.
Imagina que te dieron el alta al día siguiente, lunes.
Imagina que volviste a casa, cansada, sangrando del post-parto, con
dolores aún en un útero que lucha por volver a su sitio.
Imagina que en casa te está esperando tu niña de dos años y dos meses y
tu pareja.
Imagina que esta mañana mientras bañabas al bebé comenzaste a ver que le
costaba respirar.
Imagina que corriste al hospital público marroquí.
Imagina que te dijeron que no podían atenderte.
Imagina que fuiste dos veces.
Imagina que la tercera vez tu bebé dejó de respirar casi en la puerta
del hospital.
Imagina que pediste auxilio por tu bebé muerto.
Imagina que se lo llevaron a la morgue del hospital.
Imagina que a ti, a tu niña de dos años y dos meses y a tu pareja les
llevaron a comisaría.
Ahora imagínate retorciéndote de dolor en las entrañas, el dolor agrio
de la muerte de tu hijo, el dolor de un útero que te recuerda recién parida, el
dolor de una leche que sube a tus senos duros como piedras. Pero imagínate
NEGRA, imagínate AFRICANA, imagínate POBRE, imagínate SIN PAPELES.
Estás sentada, doblada sobre tu vientre en aquel sucio despacho de
policías que van y vienen y te hablan en una lengua que no entiendes. Allí te
miro e intento traducirte las preguntas que me parecen estúpidas, crueles e
inhumanas.
Quieren saber qué haces en su reino, cómo han entrado y cuánto tiempo
llevan aquí. Quieren saber cómo se llaman, cómo se llaman vuestros padres y
porqué han venido. Tu pareja grita y pide piedad. Sabe que todas las preguntas
van dirigidas a justificar una deportación al desierto. Tu pareja grita y te tranquiliza
llamándote "honey".
Tu niña sonríe, juega con su gorro y canta "aleluya".
La policía busca un intérprete de árabe a inglés para hacer el parte y
llevarlos al Tribunal.
Me dices que si te deportan al desierto y allí te violan no crees que
aguantarás el dolor, que aún estás recién parida.
Un policía se me acerca y me pregunta: ¿Por qué hacen esto? ¿Por
placer?. Este amable policía llama "esto" a acompañar a unos padres
sumidos en el dolor, a comprar algo de comida para una niña que lleva todo el
día sin probar bocado y a intentar traer un poco de humanidad o al menos de
buen trato a esa puñetera comisaría.
Entonces le miro, me horroriza su frialdad, y le contesto, lo hacemos
por amor. Siento lástima.
Detienen a tu pareja en comisaría y me dicen que como caso humanitario
te dejan dormir en casa. Mañana tienes que pasar el Tribunal junto a tu marido.
Te hundes. Es la primera vez que te veo enderezar ese vientre que te
duele. Gritas y lloras hasta que un policía te manda callar.
No lo soporto, me duele la escena y le pido por favor que entienda que
tu hijo ha muerto hoy, que estás recién parida, que te duelen las entrañas.
Me responde con desprecio que en este reino hay unas leyes, que aquí se
hace lo que dice el procurador del rey y que tú eres una NEGRA CLANDESTINA.
Mañana iremos al Tribunal, mañana un hombre de este reino decidirá si te
tiran a ti y a tu niña al desierto de madrugada. A partir de ahí la suerte
decidirá si serás violada, si tu hija será raptada o por qué no violada
también.
Imagínate que todo eso te ha pasado hoy.
Imagínate que a todos nos duelen las entrañas.
Imagínate que a todos nos duelen nuestras entrañas.
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