Vivimos en una sociedad donde todo lo
racionalizamos. Pensamos, pensamos, pensamos y por último pensamos… Pero
¿estamos acaso seguros que cuanto más racionalicemos una decisión vamos a
acertar mejor?
Un amigo me dice en muchas ocasiones: Cuidado, tu
coco es tu enemigo.
Y tiene toda la razón. Tenemos que aprender a
domesticar los pensamientos que tenemos. Sobre todo ese tipo de pensamientos en
que rumiamos la misma idea una y otra vez. Como un disco rayado. ¿En serio
crees que pensando de manera obsesiva sobre un mismo tema puedes mejorar la
situación o decidir mejor?
Si te pregunto qué piensas, seguramente me puedas
describir con claridad en qué estás pensando. Sin embargo si te pregunto acerca
de lo que sientes, es mucho más difícil que me puedas describir tus
sentimientos. La culpa es de la poca importancia que se ha prestado hasta ahora
al aprendizaje emocional.
Aprendemos a estructurar pensamientos a través de
la palabra, pero no nos enseñan a mirar, analizar y entender nuestras
emociones.
Personalmente me llama mucho la atención la
diferencia entre ver un programa de televisión estadounidense o alemán, y uno
español. Me he dado cuenta que la claridad a la hora de expresar una emoción es
mucho mayor en los programas de esos países.
A menudo, cuando te preguntan qué tal te
encuentras, contestas algo así como bien, mal o regular. En mi entorno al menos
no suelo escuchar “hoy me siento frustrado” o “me siento especialmente feliz”,
“siento ira”, “siento rabia”, “me siento…” ¿Qué sentimos?
Quizás necesitemos para empezar reforzar nuestro
lenguaje emocional. Con las palabras adecuadas podemos atender mejor las
emociones.
Según el psicólogo José María García García, las
emociones negativas si te concentras en ellas, acaban por disiparse. Sin embargo
las emociones positivas, si nos concentramos en ellas, tienden a aumentarse.
Concentrarse en una emoción no significa racionalizar esa emoción. Más bien
todo lo contrario. Sentir la emoción. No pensarla ni racionalizarla, ahí es
mejor.
Otra de las cosas que también aprendí de José
María es a averiguar en qué parte de mi cuerpo sentía esa emoción. Las
emociones tienen reflejo en nuestro cuerpo. Yo sentía la rabia en el estómago,
el amor en la frente y la tristeza en el corazón. Las emociones se van reflejando
en nuestro cuerpo. Es más fácil sentirlas no solo de manera mental sino en esa
zona que es reflejo físico de la misma.
Me pareció una frase brillante. Desde que la conocí
la aplico todo lo que puedo.
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