La creatividad es una facultad, pero inherente a nuestra naturaleza
humana.
Todo hombre o mujer, por el mero hecho de serlo, son ya de por si
creativos. Nuestra naturaleza es creativa, somos seres con capacidad creativa
desde que nacemos hasta que morimos.
La creatividad es el resultado de la conjugación de tres aspectos:
libertad, inteligencia, y energía. Uno podrá verse privado de libertad por sus
semejantes, pero tenderá siempre a la misma desde un punto de vista
existencial. Incluso un preso condenado a cadena perpetua anhela su libertad,
que sabe negada hasta el final de sus días. Uno podrá verse privado de un
coeficiente de inteligencia elevado, pero nunca (excepto casos de enajenación mental
completa) de la facultad de pensar, también inherente a nuestra naturaleza
humana (pienso, luego existo); y por último, la energía: mientras estamos vivos
somos energía pura, somos movimiento, somos vida. Incluso después de muertos,
nuestra materia se transformará en algún tipo distinto de energía, aunque sea
sólo vegetal.
Libertad, pensamiento y energía son inherentes al ser humano. La
creatividad es la confluencia de esas tres facultades humanas. Y por eso la
creatividad nos distingue de los animales. Porque la creatividad es la
manifestación de los tres rasgos más importantes que definen al ser humano.
Debemos tomar conciencia de nuestra propia capacidad creativa.
Creatividad que ya existe, que está ahí, como las notas del arpa de Bécquer,
esperando que una mano las arranque, les de vida, por hallarse dormidas.
Nuestra propia estupidez (lo contrario de inteligencia), dependencia (lo
contrario de libertad) y pereza (lo contrario de energía) han coartado hasta
tal punto nuestra creatividad que la han convertido en un mito, el mito del
genio creador, la magia que rodea a la inspiración, la musa inalcanzable, el
Olimpo de los dioses vetado a los mortales como nosotros.
Los humanos somos los únicos capaces de ignorar nuestras propias
cualidades hasta anularlas por completo. Hemos acabado negando nuestra
capacidad creativa.
Por eso es esencial comprender bien a la creatividad no como facultad,
sino como dimensión inherente e inseparable de la condición humana.
Tomar conciencia de que la creatividad es una cualidad humana y
universal es recuperar su verdadera identidad.
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