“Irreemplazable, necesario, fundamental,
indispensable, imprescindible, esencial, obligatorio, forzoso, vital,
primordial”
Este segundo sábado de agosto tengo en mente un tema que seguramente
debe ser muy recurrente en mis intervenciones anteriores.
El tema en cuestión está relacionado a una pregunta que me formulara un
jovencito muy inteligente e inquieto que en medio de una multiplicidad de
interrogantes sobre sus posibilidades futuras en su orientación profesional, se
refirió concretamente a la siguiente pregunta: dígame una cosa, ¿dónde debo
continuar mis estudios una vez que termine la secundaria? Lo que ha motivado,
no sin cierto estupor de mi parte, de que me declarara absolutamente
incompetente para formular una respuesta, le explique, o intenté explicarle,
que entre él y quien suscribe, existía un enorme abismo generacional, que las
circunstancias obviamente no podrían ni deberían ser las mismas y que el mejor
de los aportes que podría otorgarle, es la certeza absoluta, que la decisión
que adopte siempre deberá estar ligada al grado de compromiso consigo mismo que
esté dispuesto a asumir.
Una interrogante extra, que seguramente dejó para el final, no era
precisamente lo que pueda considerarse una pregunta, digamos que se parecía más
a querer satisfacer una curiosidad sobre si pudiese haber, considerando
los avances de la tecnología, algún programa disponible por el cual uno pudiese
seleccionar un tema y obtener el desarrollo del mismo sin necesidad de tener
que recurrir tanto al intelecto humano.
La respuesta a esta interrogante o curiosidad, vaya uno a saber, es la
que intento esbozar en las próximas líneas, si algo merece una respuesta
contundente es todo lo relacionado con la capacidad creativa de la inteligencia
humana la cual es “insustituible” no existiendo elemento alguno que pueda
suplantarlo y menos sustituirlo, nada puede siquiera compararse con lo que
pueda surgir de nuestra mente.
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