La compasión, nuestra capacidad de conectarnos con
el sufrimiento propio y de los demás junto a la motivación sincera de aliviarlo
y prevenirlo, es instintiva en los seres humanos cuando el que sufre es alguien
cercano. Sin embargo, las tradiciones contemplativas sugieren que es posible
ampliar nuestro círculo de cuidado y compasión más allá de lo instintivo.
Cuando la compasión surge en nuestro corazón,
nuestra mente se libera del odio, de los juicios negativos y de la preocupación
obsesiva por uno mismo, constituyendo una fuente natural de paz interior y
exterior.
La compasión es un proceso que se desenvuelve en respuesta al
sufrimiento. Comienza con el reconocimiento del sufrimiento, el cual da pie a
pensamientos y sentimientos de empatía y preocupación por el bienestar de quien
sufre. A su vez, esto motiva a la acción que alivia el sufrimiento.
Los seres humanos tienen una capacidad natural para sentir y expresar la
compasión. Sin embargo, el estrés diario, las presiones sociales y las
experiencias de vida pueden limitar la expresión plena de esta capacidad. Cada
uno de nosotros puede elegir nutrir y desarrollar nuestro instinto compasivo,
tal como una planta puede ser cultivada desde la semilla.
Este proceso requiere paciencia, cuidado, así como también las
herramientas apropiadas y un ambiente propicio.
El cultivo de la compasión va más allá de sentir más empatía y
preocupación por los demás. El cultivo de la compasión hace surgir la fortaleza
para estar con el sufrimiento, el valor para actuar con compasión y la
resiliencia para prevenir la "fatiga por compasión".
Estas cualidades facilitan y apoyan, a su vez, una serie de cambios
positivos, desde mejorar las relaciones interpersonales hasta hacer una
diferencia positiva en el mundo.
Los contactos entre personas o grupos dan lugar, tarde o temprano, a
desacuerdos más o menos declarados, según sea lo que está en juego, las
afinidades y las capacidades de las personas para comunicarse. La experiencia
cotidiana demuestra que el éxito de un encuentro (en el sentido de interacción,
intercambio, contacto) va a la par con la creación de un clima de confianza y
que, en el mejor de los casos, los encuentros con éxito pueden provocar unos
lazos de amistad auténticos y duraderos, cuya confianza caracteriza y
condiciona la estabilidad.
Cuando lo que se plantea es un encuentro intercultural, el riesgo de
discrepancias incluso de disensiones aumenta, debido a los malentendidos
interculturales, y surge, a menudo con acuidad, la dificultad de llegar a una relación
de confianza. ¿Por qué la confianza es un factor determinante para el buen
transcurso de los intercambios interculturales? ¿De qué depende su aparición y
preservación?
Es decir, ¿cuáles son las condiciones para la confianza?
Para conseguirlo, hay que examinar previa y sucesivamente algunos
problemas teóricos generales de la comunicación y, concretamente, aquellos que
plantean las situaciones interculturales.
Esto permitirá, finalmente, abordar la cuestión teórica de la confianza
en las relaciones interculturales.
Este no es un juego de palabras sino una reflexión para tener la
valentía de ser el verdadero YO, si se es alegre, expresarlo, si es creativo,
hay que cultivar la creatividad, si es malgeniado hay que buscar mecanismos
para controlar ese sentimiento, pues lo único que trae es amargura, y hasta una
enfermedad.
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