jueves, 3 de octubre de 2019

El Valor De Nuestras Miserias


“No debemos temer nuestras miserias, cada uno de nosotros tiene las suyas”

La reflexión sobre nuestras miserias, aquello que solemos dejar para otro momento, y ese momento que pocas veces llega pues, en realidad, somos nosotros mismos, lo soy yo, quienes debemos respondernos aquellas cuestiones que gravitan –a veces, gritan- en nuestra interioridad, claro está, si aún está en nosotros, es decir, si recreamos asiduamente nuestro diálogo interior, activando el juicio crítico y siendo conciencia.

El aburrimiento es el estado natural de los seres inteligentes, como el gato, y el estado definitivo de muchos de los demás. 

Saber salir del aburrimiento es el reto que tienen ante sí los inteligentes.

Sacudir el polvo de nuestras conciencias nos lleva a respirar mal. De ahí a la asfixia sólo hay algunos pasos. No sería la primera vez que tratando de limpiar nuestra conciencia, nos ahogásemos.


Para evitar el aburrimiento. Lavarse a conciencia, como el gato, nutre y repara las sinapsis de nuestra mente oculta, al parecer. Y convierte un instante vacío en la plenitud ante nuestros ojos.

Purificarnos. He ahí la cuestión. ¿Sabemos lavar nuestros pecados?


Lo que nos han enseñado y lo que hemos ido aprendiendo, a veces, difiere bastante. La verdad es que los occidentales tendemos a ocultar el polvo debajo de la alfombra. Y a tirar la alfombra por la ventana, pero ese es otro tema.


Nos han enseñado, generalmente, a cargar con nuestras miserias, pero no tanto, a limpiarlas. Y así, si ponemos algún empeño en ello, nos cuesta establecer qué hemos obtenido partiendo de donde partíamos.

Esto es, la limpieza de nuestro espíritu es algo que, quizá consideremos, no nos atañe personalmente. Sí en lo colectivo, como sociedad, pero no como individuos. Esta es una de las lacras del mundo occidental.


El abandono del sentido de la pérdida. Ya no sabemos perdernos, no digamos encontrarnos. La noción de pecado se pierde, las culpas se diluyen, ¿qué nos queda? La conciencia de fin, de arribo al final de una época.


Puede que no haya sido tan buena idea la de socializar el pecado, las culpas. Que cada palo aguante su vela. Esa máxima que ha regido buena parte de nuestra historia es lo que deberíamos recuperar.


Si queremos sobrevivir como cultura. El individuo está muriendo y no sabemos qué lo sustituirá. ¿Retrocederemos a estadios de barbarie o daremos un gran salto adelante? La suerte de la limpieza está echada.


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