En sentido simbólico (es decir, trascendiendo las propiedades físicas),
la tenacidad es una actitud caracterizada por la resistencia ante las
adversidades. Una persona tenaz es insistente y se mantiene firme en su conducta o
comportamiento hasta alcanzar su objetivo.
La tenacidad es actuar con pasión y confianza. Una persona puede
fracasar muchas veces pero, si está dispuesta a aprender de sus errores y a
seguir intentando, es muy probable que alcance su meta. En este sentido, el
término está vinculado al concepto de perseverancia.
Muchos consideran que la tenacidad es un valor imprescindible
para alcanzar el éxito en cualquier ámbito de la vida. En la expresión “quien
triunfa nunca abandona” se expresa la importancia de mantenerse en pie,
intentando una y otra vez volver realidad sus sueños; al mismo tiempo, deja
implícito que el verdadero fracaso reside en darse por vencido, en dejar de
luchar.
Algunas personas asumen erróneamente que la tenacidad exige una serie de virtudes particulares,
que no todos poseen. Por el contrario, una actitud tenaz demanda el uso del
100% de nuestras capacidades y energías para la realización de un objetivo. Si
relacionamos esta acepción con la utilizada en física,
podemos establecer la siguiente analogía: la tenacidad es la
capacidad de soportar los golpes de la vida antes de quebrarnos, de darnos por
vencido.
Al igual que sucede con los materiales y sus esfuerzos, los fracasos y
los desengaños típicos de la vida en sociedad nos dejan heridas, muchas
veces imborrables, y depende de nosotros levantarnos y seguir avanzando para
evitar que nos destruyan emocionalmente. Si se pudiera medir la magnitud de
perseverancia y de determinación que una persona destina a la persecución de
sus metas antes de bajar los brazos, entonces el valor resultante sería su
tenacidad.
Son muchos los países que denuncian la falta de entusiasmo y tenacidad
de sus jóvenes; en muchos casos, se culpa a los avances tecnológicos,
especialmente Internet, de la poca voluntad que muestran los
estudiantes. Esto impacta en varios aspectos de la cultura, siempre de forma
negativa: se deforma el lenguaje escrito y oral, se desconoce cada vez más la
propia historia y disminuye la capacidad intelectual en general.
A menudo nos ocurre que iniciamos actividades, nos
hacemos propósitos, nos marcamos metas, que pasado un tiempo terminan formando
parte de la lista de objetivos sin cumplir. Cuando dejamos las cosas a medias,
abandonamos objetivos sin haberlos alcanzado, se va produciendo en nosotros una
sensación de poca valía, frustración y desánimo que frecuentemente nos
entorpecerá a la hora de poner en marcha nuevos proyectos.
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