Desprenderse de lo que no se usa puede provocar diferentes respuestas en
cada uno, sin embargo, es algo favorable para deshacerse no solo de cosas sino
también de las ideas y pensamientos que acompañan el deseo de retener y
acumular en demasía.
Desapegarse de objetos es liberarnos, es romper ataduras que nos unen al
pasado, a situaciones inexistentes o a personas y afectos que pertenecen a
otros momentos de la vida. Vivir en el presente equivale a dejar ir lo vivido
para poder crear momentos nuevos y ser capaces de disfrutar el hoy con amplitud
y sin la sombra de lo que ya fue.
La preocupación por carecer, por tener miedo a la ruina esclaviza y
provoca la acumulación que conduce a la codicia. Tenemos muchas más cosas de
las que realmente necesitamos y en más de las ocasiones ni siquiera disfrutamos
las muchas que tenemos.
Es tiempo de aprovechamiento inteligente de los recursos, empecemos por
nosotros.
En todas las casas hay: la vajilla, los manteles, los vestidos, los
adornos, las joyas, las pertenencias y los regalos provenientes de personas muy
queridas, que hoy, o están pasadas de moda, no nos quedan,
nos fueron dadas por seres que amamos y que por supuesto creemos que
representan a las personas, pero solo son objetos que ocupan lugar y espacio.
Lo valioso de todo eso permanece en nuestra memoria y en nuestro corazón.
Compartir todo esto para que alguien más lo disfrute antes de que no le
sirva a nadie, favorece para desalojar la mente y la casa permitiendo y
favoreciendo el flujo natural de la abundancia en todas direcciones.
Lo que retienes a alguien le hace falta, comparte y ayuda a que la
energía de la riqueza se mueva y llegue a más personas.
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