El hombre sabe que es un ser finito en lo biológico, sin embargo, busca
en su integralidad holística el ser trascendente. Su vida personal y ecosocial,
busca su perfeccionamiento trascendente a través de su conciencia, de su
dignidad y de su libertad. Lo racional y emocional del ser, se proyecta como
una opción de búsqueda del Trascendente y de la trascendencia, para lograr
superar así, la finitud de su ser y de su existencia terrena.
En cada cultura y creencia, los seres humanos han establecido caminos,
reglas y modos de alcanzar la trascendencia. Desde la antropología y la
teología, se procederá a realizar un camino particular desde la perspectiva
judeocristiana. La vía más natural, se realiza a través de la procreación
(trasmisión genotípica y fenotípica); así como, el sentirse protagonista de una
historia y la construcción biográfica de su porvenir en momentos y contextos
determinados.
El ser humano tiene una inclinación natural de “dejar huellas”, legados
y constituirse en ejemplo o testimonio de otros, en especial con sus hijos y
seres próximos. Si bien no es un comportamiento corriente, trata al menos una
vez en su vida (sin distingo de clase, etnia o circunstancias de vida).
Como un ejemplo pudiera emplearse el dicho popular musulmán, la
necesidad que tiene todo hombre de “escribir un libro, sembrar un árbol y tener
un primogénito”. Tres aspectos propios de la necesidad biológica de continuidad
de las especies (Herencia biológica y cuido de la naturaleza); y, en la
naturaleza intelectual y espiritual del hombre en dejar una obra que lo
represente y continúe su existencia en el conocimiento humano el tiempo con su
descendencia, una vez que uno ya no esté presente (Herencia social y cultural).
Otras reminiscencias de este hecho en la historia, quedan en todas las
culturas al poner sus apellidos con prefijos o sufijos que hacían mención “el
ser hijo de”, o ser la esposa-de o el esposo de y menos, hablar del árbol
genealógico de la familia.
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